domingo, 4 de noviembre de 2018

A quien soy

Quienes solo pueden pensar cuando están oscuras
probablemente son los mismos que no saben que en los ataúdes,
ya no se puede pensar.
Quienes presumen de volar por tener un alma de murciélago
son los mismos que por mucho que sientan volar,
nunca serán capaces de divisar las estrellas.
Buscar respuestas en los estragos de la almohada
es de los mismos que poseen la cobardía de poder esquivar una pregunta.
Aquellos que la justifican con su iletrada idea de vivir el presente.
Para ello primero tienes que comerte el pasado a bocados
y creo que congelarlo para poder volver
justo en el momento donde se iba a fundir todo,
no conseguirá otra cosa que cuando vuelvas, te engañe.
Podría explicarte lo que es una mentira en las manos
de quien cree que las cosas pasan dos veces,
pero es que siempre he sido más de explotarlo.

He vuelto solo cuando sabía que el incendio era iceberg
y que justamente necesitaba el frío para calmar
unas sienes quemadas por el roce del paso del tiempo.
Pero nunca me pidas regresar si dejas cenizas en la chimenea.
Unos palos que ya ardieron una vez, no prenden con la misma fuerza.
Y posiblemente acaben pensando más en ser la nieve,
que en resguardarse juntos del frío.
Por eso siempre ando relamiéndome los dedos
de amor cuando acabo una historia,
no vaya a ser que quiera repetir
y se apoderen de mi esas funestas sombras
que no paran de repetirme lo mal que lo hice entonces.

Vivo rodeada de las flechas de un Cupido
que me tatúan 'culpable' cada vez que me clavan su punta.
Y respondo entre bostezos a las inverosímiles acusaciones
de quienes buscan excusas para salvar su pasado.
Aquí todos los que dicen amar su presente
son los mismos que lavan con el agua de Pilato lo que fueron.
Y a mí esa agua me produce arcadas.
Tengo claro que correr para limpiar los manchones
de quien fui es un sinónimo de huir de quien ahora soy.
Y yo siempre he preferido mirar el cielo estrellado
a sentir el vuelo precipitado.
Siempre he preferido querer a oscuras
para acostumbrarme a que en los ataúdes, ya no se puede querer.







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