domingo, 24 de mayo de 2020
En tierra de nadie
Cuando la gente se apedrea y la otra gente busca al culpable del inicio de la batalla
y la distinguida gente critica a los tiradores
y aún queda gente que apela a la calma,
yo pienso en las piedras.
Dibujo entonces en mi hemisferio
la trayectoria que las inertes siguen hasta chocar con otro hierático.
Porque apenas encuentro diferencias entre los que lanzan y son lanzados con aquello que arrojan.
Las decoro con un mensaje que se aleje del odio
y que no se esfuerce por gritar sino por creer que aún quedan muchas cosas por decir.
A veces soy un poco piedra en mitad de un tumulto
que busca auxilio sin reconocer sus propios pecados.
A veces me roe la indiferencia
y solo quiero seguir una línea
que no me encasille en ningún lugar donde debiera estar.
Es el precio para aquellos que andan por una patria ajena a sus recuerdos
y ni siquiera anhelan un espacio en el que se encuentren.
Solo prefieren movimiento.
Entonces me amarro a la idea de ser neurótica casi por obligación
y de depositar todos mis esfuerzos en tratar de organizar
la consecución de ideas que vuelan tenues rincón no polarizado de mi memoria.
Al final acaban tirándome de un balcón a otro con intención de ver sangre
y yo solo me imagino futuros en los que ya no estamos.
Porque ya no nos lo merecemos.
El mundo funciona porque los que lloran mirando a su ombligo creyéndole centro del Universo
son consolados por aquellos que han olvidado que ellos también tienen uno.
Y yo solo espero a quien sin dejar de besar el suyo crea que la concordia está en cuidar del mío.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario