He llamado libertad a la tiranía que supone
concederle a mis miedos el timón de mis sentimientos
y han aprendido a esquivar todo lo que me acelere el alma
y mi cabeza lo ha creído justo.
Es lógico teniendo en cuenta que crecí reemplazando besos por libros
y cuando ellas príncipes, yo reina del Estado;
y cuando ellas amor al sapo, yo en desamor con el Gobierno;
y cuando ellas felices y rosas, yo calla cabeza calla que aún no es el mañana en el que consigues arreglar el mundo.
Ahora me admiran por tener los sesos llenos
y yo les envidio por no tener las vísceras vacías.
Y camuflo este hueco soñando con llegar a ser divinidad
y aportando cada trozo de mi vida a solucionar las vuestras
(y claro que cansa y desgasta, ojitos, que ayer me lo preguntabas).
De ahí el desprecio a tatuarme un te quiero
y lo oxidadas que encuentro unas palmas
que prefieran abrazarme a propulsarme a ser más.
Pero me condenaron a pensar que nunca era suficiente
y cuando lo recuerdo amanezco monstruo-insecto;
ya te he dicho que se escucha terror a quien sale de mi cuarto
y que cómo pretendes entonces que te lea mi poesía triste
si versa que el llorar aparece cuando no consigo la tiara,
que tengo que bailar con el alcohol para no desencadenar la lucha de titanes si piso mi infancia,
que devoré las rocas que perturbaban a quien me hizo luz cuando aún no sabía digerir mis propias piedras,
que da igual la cuán respuesta que me aporten
porque antes habré buscado una nueva pregunta
y que peco por hundir mis sienes entre renglones
y luego las riego con sueños
a ver si me florece el futuro;
cómo lo pretendes.
Que ojalá no lo pretendas.
Porque contigo nunca sería capaz de perdonarme
que yo siempre llamo libertad a las huídas.
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