Quien osó resguardarse de la tormenta en una cueva,
más que alegrarse cuando le llega un hilo de luz,
acaba quedándose ciego.
Y prefiere volver a las tinieblas
no vaya a ser que los claros acaben siendo más rayos
que sol.
Quienes han huído siempre que se rompía la crisálida
son los mismos que tienen miedo al nacimiento del amor.
O quizá son simplemente aquellos que tienen el alma tan marchita
que la vitalidad que les visita para hacerles salir de la tumba
sólo consigue recordarles por qué fallecieron.
Y es que a quienes llevan toda la vida caminando
sobre una cuerda floja no puedes explicarles tu miedo a las alturas.
Pero no les pidas que salten al vacío.
Lo que sería volar les parece un suicidio.
Quienes reciben de unas manos más palos que caricias
no pueden creer que es bella la poesía si mana de unas palmas.
Quienes crecieron conviviendo con sus propios fantasmas
olvidaron a quienes se los crearon;
y quizá sean probablemente esos los que confiarían en el pasado
con tal de que el futuro no les traiga odios nuevos.
No saben disfrutar aquellos que se pasan el día corriendo
para cruzar la esquina del mañana.
No puedes preguntarle por la magia de las constelaciones
a los que se pasan la vida aullándole a la Luna.
Los que solo desean que acabe la noche
son A los mismos que sus propias cuencas ennegrecidas
les piden apagar el día.
Quienes suplican ver un poco de luz
para alegrarse la vida en la cueva y saber así que,
por fin,
esa tormenta contra la que llevaban tanto luchando,
se ha ido por un tiempo,
son los mismos que buscan una nube
más grande que les aleje del arcoiris.
No vaya a ser que conozcan a alguien todos
los de la huída, el fin, el vértigo;
todos los dementes, los indolentes,
los que saben que son su peor enemigo;
no vaya a ser que el destino quiera darles un camino de flores
y salgan corriendo al acordarse del que les clavó espinas.
Sin saber, que tenéis delante la inquietud para respirar lo que siempre has querido.
Un aroma que te diga que se acabó el naufragio,
el que no paras de rechazar cada vez que revisas tus heridas.
Porque lo único que no tienen controlado los cobardes,
es que si estamos hablando de caminos de flores;
estoy segura que el que les hizo dejar de creer
que ellos mismos eran la primavera,
ese;
no las tenía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario