pensando que me dirigía al camino del después
y es que no puedes reconstruir el ahora
si vuelves a lo que te ha hecho romperte.
Mentiría si te dijese que no surco
todos los días el paraíso asfaltado
donde jurábamos nuestra suerte.
Donde tú solías quererme,
donde yo solía creerlo.
Acelerabas latidos, convertidos en estrellas fugaces,
voladoras, pasajeras de mis ganas.
Y ahora que el descansillo está vacío,
se me caen mis pétalos y velan
la fúnebre estatua de lo que fuimos,
pero ya no somos.
He oído que llamas codicia a sus caderas,
que nunca has dejado de querer sus yemas
y que has arrancado las huellas que te dejé cuando pasaste por aquí.
Huyo de mí para buscarte,
anhelo morder los dos rubís,
acariciar tu cáliz rosado,
encender nuestra llama con la chispa que desprenden tus pupilas.
Y es que desde que no estás
me he dado cuenta que si alguien ha perdido,
he sido yo;a mí.
Y me vuelvo lluvia,
arrojo todos los pedazos de lo que tuvimos por lo que tienes
y pienso si justo antes de apagar la luz
sigues viéndome en esa foto del lado izquierdo.
Y es que yo te sigo pensando.
Desearía cruzar de nuevo la calzada del antes,
para que esta vez,
cuando llegase el momento de despedirnos,
en vez de jugar a darte el beso en la cara,
apostase por regalarte mi boca,
mientras te escribo en la espalda
lo mucho que te echo de menos.
Aunque ese sea el último beso que tú me dieras,
y aunque ese sea el último verso que yo te escribo.
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