domingo, 30 de diciembre de 2018

Crecer

Odio las despedidas.
Tiendo a identificarme por
irme sin el beso,
consumir en exceso,
huir del te quiero,
alejarme por miedos
y echar de menos cuando ni siquiera
te has quedado con las cenizas.
Por eso me niego a pensar que las cosas se acaban.
Reconozco que he vomitado más versos
y lo único que me sigue produciendo arcas de sinceridad
es asumir que jamás he creído en los hasta nunca.

Sé que peco de ser de piedra pero las fricciones dejan huecos
para que empiece a querer.
Al menos en bajito.
No vaya a ser que lo grite en alto y salgan corriendo.
Puede que no sea la única que sienta el miedo
cuando descubre que hay aguas con las que fluyes muy bien.
He sido muy cobarde.
Me protegí con las máscaras del pasado
y con el pretexto de no saber vivir.
He destrozado miles de poemas de amor por vértigo
y cuando no me quedaba nada decidí reescribirlos todos.
No me encontraba y he llegado a buscarme equívocamente
en los mismos lugares donde deje de ser,
en asfaltos que consideré Edén
y en metales que llamaba paraíso.
Escribí a quien fui para entender quien era.
Acabé comprendido que nunca sé es dos veces.
Nunca he sido lo que me hicieron,
pero sí que me dejé convertir en quien me crearon.
Monstruo.

He temblado al querer más al amor que a mí,
y he echado de menos hasta que empecé a echarme de menos a mí.
Digo que he crecido porque siempre será más bonito
recordar las veces que me he levantado que las que me he caído.
He aleteado bocas paradisíacas,
he llorado melodiosamente por no sentirme,
he aullado a la luna porque la creía salida de emergencias,
me he buscado en ojos, en versos, en el pasado, en el ahora,
en quien seré, en el fondo de historias, de vasos y de te quieros.
Luché contra mí, me arranqué las vísceras
y solo descansé cuando descubrí que ya no me quedaban.
He aprendido que todo es efímero
pero siempre se repetirá en la eternidad de los recuerdos,
que es fácil engañarnos hasta que se nos hiela el mundo real
con lo que es verdaderamente importante.
Ahí descubrimos que fijarnos en la oscuridad de la noche
nunca permitirá crear constelaciones.

Sé que a veces he roto lo que más amaba
pero me ha enseñado a disfrutar la miel en los labios antes de tragarla,
a refugiarme menos, a llamar hogar a unos brazos aunque sea por un tiempo,
a guiarme por lo que siento, a no dejar entrar nada que ya haya probado,
aunque siempre comprendan un inverosímil espacio en la memoria,
que las balas perdidas a veces damos en la diana de quien menos esperas
y que no se trata de reemplazar, sino de reempezar.

Llamo salvavidas a los que habéis entendido mis ojos náufragos,
habéis escuchado mis alevosías en llamas
y me habéis hecho el boca a boca en medio de mi hálito,
incluso a aquellos que me habéis destrozado pero me hicisteis ser.
Pido perdón por haber sido tiniebla con quienes intentasteis ser luz,
pero no siempre me sale brillar con la misma fuerza.
Y aunque sé que siempre seré una bomba,
tengo que agradeceros que seáis la chispa que consigue prenderme.
Explotar este año ha llenado mi vida de confeti.



domingo, 16 de diciembre de 2018

2018

Escribir con la sangre que mana de mis yemas,
rotas por el bailoteo rápido con las hojas de mi vida,
no hacen más que reafirmarme que soy una suicida del tiempo.
Arrastras la cadena de los recuerdos
cuando descubres que todo está vivo en la eternidad.
La inmortalidad de aquellas cosas que son para siempre.
Pero regresar allí con el fin de alejarse de la muerte
solo es de necios que creen
que no aparecerán otras llamas
que alumbren con la misma intensidad.

Peco de leerme siempre la última frase de una vida
cada vez que voy a tomar una nueva experiencia.
Cómo queréis que viva así sin miedos,
si tengo en la retina cuál será el sabor
de esas lluvias funerarias.
He seguido queriendo cuando me he reencarnado
porque siempre he visto la muerte como parte de la vida;
y es por eso que para mí los cobardes son
los que ven la muerte como la antagonista de la vida.
Así arranco las páginas escupidas desde el rincón
que regresa a donde todo se repite idílicamente en la eternidad.
Esas vomitadas tras embriagarme del pasado
por temor a enfrentarme a lo último que me susurraba ese libro.
Esas lamidas con el mal sabor de boca que produce
descubrir que hay cosas que serán para siempre.
Pero por muy rápido que quieras leer la misma historia
nunca encontrarás un final diferente.

Por eso vengo a disculparme por la mala educación
que sugiere no girar la cara para saludar a las manchas del ayer.
Conoces lo que es una despedida cuando te marchas sin decir adiós,
porque has aprendido que es inmortal lo que has querido.
No sufras por mí,
tengo todo posicionado cerca de lo que fue;
para incinerarlo,
si ahora somos polvo,
es porque quisimos tan caliente
que acabamos quemados.
Te pido que no te confundas y que me perdones por los portazos,
pero he descubierto que tengo las vísceras heladas
por haber vivido siempre con las puertas abiertas
de todos aquellos lugares donde dejé un trozo de mí.
Y ya no me reflejo en ninguno.

He crecido.
    [última frase de lo que va a ser esta vida.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Veinticinco heridas

Buscar la luz al final del túnel no es efectivo 
si donde realmente vives es un pozo. 
Si te están ahogando estos golpes, 
si estás sumergida entre palabras,
si tienes la mente inundada de mentiras. 
Tiene los párpados tan lilas, que la han dejado ciega,
tiene el corazón tan roto, que quiere en ruinas.
Ha creído que está mal salir a bailar 
y dejar que la brisa sea quien mueva tu falda.
Él prefiere que la lleve pegada, 
ellas la señalan si se la levanta.
Tiene el pelo en llamas,
por eso huye de sí,de los fantasmas que otros le crearon. 

'¿Y si estuviese loca? 
Quizá es cierto que veo gigantes en un mundo diminuto.
¿Y si he olvidado caminar sola?
Quizá que me urgen sus abrazos porque no soy suficiente.
¿Cómo no va amarme?
Si me han educado besándome después de haber sido diluvio,
después de haber padecido montañas en mis brazos.
¿Cómo no va amarme?
Si a pesar de extremar lo que vivimos no para de decirme que me adora.
Voy darle mis alas,
dice que así vamos a rozar juntos el cielo.
Le he confundido,
le irrita que no hayamos bailado si anteriormente le había dicho que sí.
Por eso aulló, por eso me insistía, por eso se hizo ira, 
pero se disculpó.
Cómo no iba a perdonarle.
Es culpa de mis marañas, no fue lo que parecía.
No debí dejar de responderle, no debí haberme marchado,
no debí cantar fuerte, no debí decidir lo que quería,
es normal que me haya golpeado.'

Sus gritos han hecho que le tenga miedo al espejo.
Sus manos han hecho que crea en las cadenas.
'Tiene razón, lo perderé todo si me alejo,
va a hacer una locura como revele mis penas.
No soy bastante, por eso se queja,
me apodera el miedo de que encuentre a alguien mejor,
yo no puedo permitir quedarme sola.
Prefiero aguantar la lava a morirme de frío.
No me importa que el precio de quererle
traiga consigo la infelicidad como castigo.
¿Pero y si ya no le quisiera?
Desisto esa idea.
Resisto, persisto, pero yo ya no existo. 
He oscurecido el algodón por eso tengo pesadillas.'

Ojalá y el único rojo que te mojase los labios fuese el del carmín. 
Ojalá y no me lo hubiesen chivado las manchas de vino en tus escamas. 
Ojalá y no te creyeses menos porque te hayan querido mal. 
Ojalá no te escueza el agua ocular en las cicatrices, vida mía.
Ojalá no te lean esto en una caja fría. 
Ojalá aprendas que,
que te pidan tus alas, 
nunca fue amor,
sino agonía. 



domingo, 11 de noviembre de 2018

Reptil

Vivo en el longevo espacio comprendido entre nacer y morir.
He aprendido que puedes tocar y que no esté.
Que esté sumergido en un extrínseco viaje hacia su memoria.
Tan asumido está que tenemos que avanzar sin olvidar de dónde venimos,
que parece que nos obligamos constantemente a recordarlo
a fin de saborear durante algunos segundos la seguridad
que nos proporcionan los recuerdos.
Condenados a buscar la forma de repetir aquello
que a pesar de cicatriz, hizo reír.

Humeo los pecados que nadie me dio el remedio para saldar,
que nadie se atrevió a perdonarme.
Con ellos dentro veo en el fondo de la copa tierra.
Negra.
Oscuridad.
Agudamente el corazón ha soliviantado el cierre.
Vienen todos a buscarme.
Aquellos buitres que se alimentan de carne muerta
se contentan al verme.
Sigo aquí, pueden tocarme.
Me alzan en pedestales porque les lleno.
Y yo con el cáliz lleno de tierra.
                [no puede colmarse si no hay agua en el vaso.

Yo también me busco.
Derrapo por las curvas de mi guitarra
y culpo a los dedos de quien me roza
cada vez que me rasgan y no sueno como antes.
Asfixio todo lo que tenga amor,
huyo cuando tengo la posibilidad de recibirlo,
me escondo de los fracasos y yo,
que no paro de versearos para que dejéis de tener miedo,
tengo a mis marfiles temblando.
Entonces apareces.
Me miras como si fuese un monstruo.
Ahora tenemos todo lo que quisimos,
pero somos monstruos.
Porque tenemos todo lo que queríamos,
pero no sabemos cómo quererlo,
porque ni si quiera tenemos idea de cómo dejar de querernos entre nosotros.
Hay química pero sientes frío.
Vas a gritarme a besos que dónde estoy yo,
que me echas de menos.
Sí espejo.
Yo también me echo de menos.




domingo, 4 de noviembre de 2018

A quien soy

Quienes solo pueden pensar cuando están oscuras
probablemente son los mismos que no saben que en los ataúdes,
ya no se puede pensar.
Quienes presumen de volar por tener un alma de murciélago
son los mismos que por mucho que sientan volar,
nunca serán capaces de divisar las estrellas.
Buscar respuestas en los estragos de la almohada
es de los mismos que poseen la cobardía de poder esquivar una pregunta.
Aquellos que la justifican con su iletrada idea de vivir el presente.
Para ello primero tienes que comerte el pasado a bocados
y creo que congelarlo para poder volver
justo en el momento donde se iba a fundir todo,
no conseguirá otra cosa que cuando vuelvas, te engañe.
Podría explicarte lo que es una mentira en las manos
de quien cree que las cosas pasan dos veces,
pero es que siempre he sido más de explotarlo.

He vuelto solo cuando sabía que el incendio era iceberg
y que justamente necesitaba el frío para calmar
unas sienes quemadas por el roce del paso del tiempo.
Pero nunca me pidas regresar si dejas cenizas en la chimenea.
Unos palos que ya ardieron una vez, no prenden con la misma fuerza.
Y posiblemente acaben pensando más en ser la nieve,
que en resguardarse juntos del frío.
Por eso siempre ando relamiéndome los dedos
de amor cuando acabo una historia,
no vaya a ser que quiera repetir
y se apoderen de mi esas funestas sombras
que no paran de repetirme lo mal que lo hice entonces.

Vivo rodeada de las flechas de un Cupido
que me tatúan 'culpable' cada vez que me clavan su punta.
Y respondo entre bostezos a las inverosímiles acusaciones
de quienes buscan excusas para salvar su pasado.
Aquí todos los que dicen amar su presente
son los mismos que lavan con el agua de Pilato lo que fueron.
Y a mí esa agua me produce arcadas.
Tengo claro que correr para limpiar los manchones
de quien fui es un sinónimo de huir de quien ahora soy.
Y yo siempre he preferido mirar el cielo estrellado
a sentir el vuelo precipitado.
Siempre he preferido querer a oscuras
para acostumbrarme a que en los ataúdes, ya no se puede querer.







viernes, 19 de octubre de 2018

Mazos

A todas las que luchan, lucharon y lucharán, y especial a la que para mí es más fuerte.

Sé que es difícil mirar el mundo de color rosa cuando te arrancan un ojo
 y es por eso que me parece irónico que sea de la cera de la que pintan tu día.
Como si hubiese símbolos suficientes para estar a tu altura.
Y es que es justamente eso lo que me chivan tus luceros
cada vez que recuerdan el día que te podaron tu flor.
No por podarla a ella, sino por quitarte a ti sus pétalos.
Porque ahora crees que has dejado de ser jardín
pensando que te arrancaron una de tus rosas.
Y no eres consciente, de que simplemente, a ti;
que eres rosal, te han podado las espinas.

Recuerdo tu miedo a un que muriese
el suelo que te llena, a ti mi vida, de frutos.
Sé que no has parado de sentirte débil por la ausencia de tu sello.
Y he de decirte, que simplemente vivificaron en ti las amazonas
y te arrancaron un seno para pudieses sostener mejor tu arco, luchadora.
Ese arco que no has parado de usar desde que te dijeron que podías marcharte.
Y lo que te hace más valiente, es que aún sabiendo que podías irte
guerreabas para no dejar ver a los demás que quizás partirías.
Por eso que no puedo comprender que esos ojos hijos de Marte
me lleven el diluvio por dentro cada vez
que ven esa grieta oblicua que hay en sus costillas.
Cada vez que se quieren menos porque piensas que perdieron más.
Y es que no os dais cuenta que ninguna habéis perdido.
Os hayáis quedado o nos hayáis enseñado,
todas habéis cruzado la puerta grande.

Quiero que hoy sonrías tanto como curvada esté tu cicatriz,
quiero que hoy te quieras tanto como has luchado,
quiero que hoy seas feliz por ti, quiero que pienses que aunque no hayas llegado,
aunque te sientas frustrada,hastiada,al punto de la expiración,
que aunque sientas que estás derrotada,
que aunque sientas que no serás más mujer si no tienes tus perlas;
quiero que te quites esa venda rosa de los ojos
y la ates en los puños y aporrees fuerte el hormigón
que te propuso la vida, quiero que sepas que eres más mujer
por no haberte abandonado y no parar de batallar aunque quieras irte
porque quedarte sabes que es lo que hará feliz al resto,
porque esa es nuestra esencia;
y quiero que sepas que en realidad,
pase lo que pase,
ya has ganado.
Has ganado porque quien sigue luchando,
nunca puede ser vencida.





domingo, 14 de octubre de 2018

Ego-suspicio

Si echas una botella al mar gritando que le quieres,
el mensaje algún día acabará llegando a otra orilla.
Y no harán otra cosa que no sea glorificar esa declaración de amor,
en vez de pensar que lo que realmente pide es que le auxilien del naufragio.
Vivo rodeada de esos inánimes que buscan alguien que les quiera,
en vez de encontrar a quienes puedan querer.
Envuelta en ese ambiente de frívolos amasijos de huesos,
que están tan huecos que buscan desesperadamente a quien les sirva de relleno.
No les importa si encaja. Simplemente necesitan saciar su soledad.

Esas calaveras, de aquellos que huyen de los fantasmas del espejo,
aquellos que necesitan que les quieran por lo que aparentan,
esos mismos que se lamentan cada vez que cambian a una muda que no son;
aunque les esconda,
esos que no saben aún que las cosas pasan por lo que aparentan y no por lo que son.
Esas pobres convertidas en serpientes,
arrastrándose hostilmente hacia el veneno de la aprobación, hacia el sí de la mayoría,
hacia la oscuridad que supone hacer de ti un maniquí,
sumarte al inmenso escaparate que forman las masas.
Y podrían ser despreciados,
pero no me causan más que aflicción los que teniendo a quien querer
no son capaces de erizarles la piel a versos,
que no son capaces de gritarle al mar amor de noche porque no va a devolverles el reflejo.

Y es que, quién te ha querido tan mal como para que ya no te quieras.
Quién te ha querido tan mal como para que te hayas convertido en calavera.
A quién has elegido tan mal como para que no pares de pensar que no eras tú la correcta.
Como para pensar que la otra orilla ha recogido la botella porque sabe amar mejor que tú,
sin caer en la cuenta que cuando envías un mensaje de emergencias,
cualquiera que se acerque es considerado salvavidas.
Cuántas veces te han hecho creer que vale más tu cara que tu alma
como para no buscar otra cosa que no sea alguien que te la bese en lugar de encenderte.
Lo difícil es cuando piensas que solo mandas todo lo que quieres a la deriva
porque no arreglas lo que te hicieron creer que rompías.

La sensación de saber que siempre te quedarán palabras
por mucho que pasen los años no hace más que
derruirte cada vez que miras el correteo de las agujas.
Nunca se puede reconstruir lo que se encuentra en ruinas.
Por eso sabes que es con quien se queda a vivir contigo,
aún sabiendo que no eres apta para reformas,
y con quien te hace quererte,
aún sabiendo que amas las cosas por lo que son, y no por lo que aparentan.



domingo, 7 de octubre de 2018

Cobijo

He aprendido que sabes dónde está tu hogar
cuando no paras de desear salir a conocer mundo,
y cuando te lo has comido entero
no pides otra cosa que no sea que te arropen esas sábanas.
E igual resulta irónico que lo verseé yo;
que siempre he sido nómada
y he hablado de besos fugaces
y de ser la estrella de las despedidas,
pero y si ahora, optase por quedarme.

Quizá jamás he asentado mi territorio
porque sabía que tenía tan poco amor para dar,
que no iba a querer nunca bien;
quizá por eso nadie me entiende cuando abrazo,
quizá por eso tienden a decir que doy demasiado poco,
sin pararse a pensar que es lo único que tengo para ofertar.
Lo siento si alguna vez se fueron porque creían que no vomitaba amor por ellos,
lo siento por mí,digo; por haber elegido tan mal
como para que no se hayan enterado de lo que chivan mis ojos.
Solo son espejos, no pienses que chispean si lo que tengo delante no brilla.

Siempre he mudado mi piel para borrar el pasado
y por eso que soy una nueva cada vez
que llega alguien dispuesto a aprenderse mis lunares.
Por eso nadie entiende mis gusanos y mis mareas constantes,
por eso soy cebolla que acaba huyendo
de quién sabe que puede descubrir dónde están mis cicatrices,
no vaya a ser que las arregle
y cuando se vaya decidan ponerse todas a sangrar de nuevo de golpe.
A ver si la hemorragia va a dejarme las vísceras vacías
y voy a tener que gritarte el poco corazón que tengo para que las tapes,
sin caer en la cuenta que con eso solo consigo dejar de quererme.
Pero si ahora opto por primera vez por quedarme
es porque sé que puedo caminar sola,
es porque sé que necesito encontrarme
entre los trozos que alejé de mí,
es porque sé que corro deprisa
porque busco una estación que me lleve a nuevos trenes.

Pero precisamente por esto quiero quedarme.
Porque de repente llega quien te mira
y te hace sentir que el tren eres tú,
y que lo que estás corriendo demasiado rápido es la vida
que te cierras a montar a nuevos pasajeros porque crees que no conduces bien,
tú,
que llevas todo el trayecto superando obstáculos,
tú,
que solo pasas una vez por el mismo camino
porque no te permites volver,
porque siempre te has necesitado a ti más que al resto.
Y cómo no voy a quedarme contigo,
si estoy recorriendo el mundo
y no hago otra cosa que no sea mirar por la ventanilla deseando,
volver a casa.


domingo, 30 de septiembre de 2018

Lanzamiento

Quien osó resguardarse de la tormenta en una cueva,
más que alegrarse cuando le llega un hilo de luz,
acaba quedándose ciego.
Y prefiere volver a las tinieblas
no vaya a ser que los claros acaben siendo más rayos
que sol.
Quienes han huído siempre que se rompía la crisálida
son los mismos que tienen miedo al nacimiento del amor.
O quizá son simplemente aquellos que tienen el alma tan marchita
que la vitalidad que les visita para hacerles salir de la tumba
sólo consigue recordarles por qué fallecieron.
Y es que a quienes llevan toda la vida caminando
sobre una cuerda floja no puedes explicarles tu miedo a las alturas.
Pero no les pidas que salten al vacío.
Lo que sería volar les parece un suicidio.

Quienes reciben de unas manos más palos que caricias
no pueden creer que es bella la poesía si mana de unas palmas.
Quienes crecieron conviviendo con sus propios fantasmas
olvidaron a quienes se los crearon;
y quizá sean probablemente esos los que confiarían en el pasado
con tal de que el futuro no les traiga odios nuevos.
No saben disfrutar aquellos que se pasan el día corriendo
para cruzar la esquina del mañana.
No puedes preguntarle por la magia de las constelaciones
a los que se pasan la vida aullándole a la Luna.
Los que solo desean que acabe la noche
son A los mismos que sus propias cuencas ennegrecidas
les piden apagar el día.

Quienes suplican ver un poco de luz
para alegrarse la vida en la cueva y saber así que,
por fin,
esa tormenta contra la que llevaban tanto luchando,
se ha ido por un tiempo,
son los mismos que buscan una nube
más grande que les aleje del arcoiris.
No vaya a ser que conozcan a alguien todos
los de la huída, el fin, el vértigo;
todos los dementes, los indolentes,
los que saben que son su peor enemigo;
no vaya a ser que el destino quiera darles un camino de flores
y salgan corriendo al acordarse del que les clavó espinas.
Sin saber, que tenéis delante la inquietud para respirar lo que siempre has querido.
Un aroma que te diga que se acabó el naufragio,
el que no paras de rechazar cada vez que revisas tus heridas.
Porque lo único que no tienen controlado los cobardes,
es que si estamos hablando de caminos de flores;
estoy segura que el que les hizo dejar de creer
que ellos mismos eran la primavera,
ese;
no las tenía.



domingo, 16 de septiembre de 2018

A quien fui

Desde que se emborronó mi vida 
por andar ahogada en la tinta 
con la que escribía he dejado de creer en la suerte. 
No paran de visitarme esas canoras aves del pasado 
que me dibujan sueños con alusiones a lo que fui,
intentando convencerme de que el momento que me cantan
a pesar de estar atrás, siempre fue el mejor. 
Y me incitan a volver a mi punto de origen. 
Y quizás ande perdida porque estoy buscando 
el camino de vuelta a un punto que ha desaparecido en el mapa. 
Que se limita a un puñado de arena que quedó de la erosión del amor. 
A veces sigo oyendo cuando me gritan que me echan de menos. 
Y es curioso porque yo también lo hago. 

Intento buscarme siguiendo las pistas de lo que solía querer.
Pero es que solo me responden que nunca lo hice.
Vuelvo a mis versos para ver a quién escribía.
Pero es que ahora solo encuentro por quién lo hago.
Es sorprendente la capacidad que tienen mis hombros 
para sostener todo lo que callo,
la paciencia que guardan mis palmas 
cada vez que destruyo lo que han diseñado.
Y vanaglorio mis plantas que persiguen sin cansancio 
la mínima esencia que me haga recordarme.
Y es por esto por lo que rompo en mares.
La tempestad viene después de asumir 
que no siempre he traído conmigo el paraíso 
y que he llevado mi infierno a quien solo quería arder conmigo.
He de decir que lo siento.
Siempre huyo cuando siento las llamas.
Una vez que te quemas no permites 
que cualquiera te haga sentir las chispas.

A pesar de todo, tengo la frívola mirada de 
quien no le aflige el saber que ha hecho las cosas mal,
y que probablemente se sigue equivocando 
al no intentar buscar la manera de apaciguar su alma,
esa que recorre errante mis fantasmas, 
esa que me echa de menos para que consigo le traiga la bandera blanca. 
Pero siempre he sido de poner mi vida patas arriba 
cuando empieza a llegarme la paz 
y de recibir balas antes que dispararlas.
Y es justo por eso que no puedo pretender 
que mi camino vuelva a ser el de antes. 
No porque se dañe mi orgullo si volviese.
estos ojos han llorado demasiado 
como para creer que existe el miedo;
sino porque no puedo retroceder ahora.
No ahora que ya no soy la misma.


  


domingo, 9 de septiembre de 2018

Septiembre


(Al temor a los comienzos y en especial a nosotras; a ti. Suerte amiga.)

Gritar en mitad de un abismo
solo consigue que escuches a fondo tu eco. 
Que las mismas rocas que te hicieron caerte
sean las que te repitan tu agónica melodía, 
escuece más que sana. 
Pero supongo que usamos la soledad
como comodín con el que excusarnos. 

Mirar al cielo buscando el escalón desde el que te desprendiste 
nunca va a dejarte ver las estrellas. 
Qué importan los luceros cuando te crees lúgubre. 
Saber que el mundo está brillando 
solo consigue recordarte porqué estás apagada. 
Es demasiado tarde ya para repetirte eso 
de que cuando acaricias una flor 
y después optas por relamerte el dedo, 
lo más probable es que acabes envenenado. 
Pero si no hubieses absorbido su néctar por miedo a morir, 
nunca habrías descubierto a qué sabe la felicidad. 

Aunque hace un tiempo ya que te parece insípida, 
que solo hueles humedades que te trasmiten tus propias canicas, 
que no paras de correr porque te has negado a despedirte. 
Porque te has negado asimilar que existen nuevos pasajeros 
que debes montar para dirigirte al mismo destino de siempre. 
Porque los únicos que te abrazan son tus propios fantasmas. 
Porque estos días te obligan a decir adiós a todo, 
te obligan a que digas adiós, 
a ti; 
que siempre has sido de llevarte la vida por delante 
y accidentarte en la curva de tu risa cuando te das cuenta 
que en este momento vives en lo que fue el futuro.

Ahora solo naufragas, sientes la cabeza confusa al vivir en un pozo. 
Y yo solo quiero pedirte que pienses 
que  desde arriba no paran de arrojarte monedas manchadas de carmín y deseos. 
Y si es al hoyo al que piden ayuda, 
imagínate como debe pasear la vida. 

Te necesitan.
No aceleres la huída.
No temas el cambio,la vuelta a empezar, 
las nuevas rutinas, el olvido. 
Deja de echarte de menos, 
no digas adiós tú, que siempre has odiado las despedidas. 
Pero vete. 
Aléjate de todo, 
no caigas en el vértigo que supone vivir en un punto muerto, 
vuelve adonde siempre has querido para empezar de cero, 
quítate esa soga del cuello y empieza a escalar. 
Hasta que roces la cima. 

Pero no te despidas. 
Eso solo te obliga a que el día que regreses
 tengas que comerte un bloque de hormigón 
al intentar entrar en una puerta que un día cerraste, 
en vez de llegar arrasando con tus labios. 
Y es que te recuerdo que tus pasos 
te acaban devolviendo adonde una vez les enseñaron a bailar. 
Y que a ti nunca te ha gustado bailar sola. 



jueves, 23 de agosto de 2018

SOS

Los pájaros que viven enjaulados
siempre pensarán que volar es una enfermedad.
Y es que deshacerte de tus cadenas no es fácil
cuando no has probado la paz que te produce la libertad.
Hace tiempo que has convertido tus adicciones en religión
y resulta que amas a tu dios por encima de todas las cosas.
Pero aún así no paras de intentar salir a flote
de un vaso colmado de agua
en vez de optar por bebértelo
antes de que desistas,
ya que solo consigues rodear el borde del cristal en círculos.
Asume que vives en una pecera.
Y que esa agua de la que respiras
es la misma que hace que te escuezan los ojos.

Sé que te pesan más las horas que las palmas
y que el mínimo esfuerzo que estás realizando
a pesar de hacerte sentirte feliz,no te hace ver la cima.
Quizá te frustre estar yendo en dirección contraria,
sin saber, inocente,
que tu vicio era lo único
que te hacía nadar en contra de ti mismo.
Claro que siempre quieres correr sin rumbo
allá donde nadie sepa quién eres
para huir de los fantasmas que otros te crearon.
Claro que en esa carrera absurda de salto de obstáculos
retumba en un recóndito lugar de tu mente que estás perdido.
Aunque siempre te niegues a reconocerlo.
Es mejor hacerte de roca,
a esas nadie las pisa por temor a torcerse los talones.
Y es el lugar perfecto donde resguardas esa soledad
en la que escondes tu agonía cuando piensas
que vas a volver a cometer un crimen.
Recaer nunca será sinónimo de hundirse.
Es el empujón que necesitas para llegar más alto.

Así que te lo pido a ti aunque ya no seas,
aunque ya no estés, aunque no te veas y te eches de menos.
Aunque hayas cambiado, aunque pienses que estoy equivocada,
aunque pienses que siempre aciertas.
Sigue intentando salir.
No te rindas,
libérate de las cuerdas que te sujetan
para que no caigas a ese precipicio que tanto te asusta.
Lánzate al miedo.
Siempre será la única forma de la que podrás perderlo.
Sé que vas a conseguirlo,
nunca dejes de luchar contra aquello
que aunque requieras consumir,se está oponiendo a tus sueños.

Y cuando pienses que todo vuelve a irse a la deriva
y que necesitas lo que has dejado atrás para poder seguir adelante;
recuerda que si realmente te hiciera quererte
nunca habrías optado por alejarte.
Y siempre que quieras que vuelva,
recuerda que la última vez que caíste
fue por andar mirando tus espaldas.



domingo, 5 de agosto de 2018

Misoeroísmo

Supongo que quería devolverte
el daño que tragué y decidí escribirte;
era el modo más bonito del que podía romperte.
Y supongo que utilicé el amor como arma
porque siempre fuiste de romper cuando abrazas.
Porque auguré demasiado pronto que
necesitabas enseñar al mundo tanto tu amor propio
que cuando realmente amas algo nunca quieres compartirlo.

A veces pienso que era miedo.
Creciste en una jaula solitaria
y volar siempre te ha parecido un delicioso infierno.
Demasiado peligroso como para surcarlo solo.
Por eso que siempre necesitas copiloto
por mucho que reafirmes que tu libertad estaba en tu soledad.
Por eso que no creo que realmente ames
cuando le demuestras al mundo que vuelas acompañado.
Eso te deja al descubierto y odias aparentar no ser de piedra.
Pero las rocas siempre acaban volviendo al camino
y rozar el suelo es su máxima aspiración.
Quizá fue ahí donde lo torcimos.
Yo nunca he extrañado el nido,
y siempre he pensado que el cielo
estaba muy bajo como para ser meta.

Supongo que si no logré lidiar con la tempestad
es que no he sido buen marinero.
O que no tengo la frivolidad
que exige conseguir escribir tu epitafio.
O que no soy tan valiente
como para asistir a tu entierro.
Puede que eso conllevase a dejarme vacía
y remar contra de uno mismos acaba en naufragio.

Supongo que jugamos a destiempo.
De ahí que el desgarre de los hilos de una cuerda
acabe por quebrarla del todo.
No puedo negarte que no lo hicieses,
solo que me dejé querer cuando tú ya no lo hacías.
Y si algo duele más que querer a alguien cuando no se deja,
es ver como a la única persona por quien te has dejado querer se aleja.
Será porque duele siempre más el camino que la meta.
Será porque duele más ver como se están yendo
que cuando directamente ya no están.

Supongo que sonará egoísta no querer ver tu felicidad
si no me llevas de la mano
y que consumir tinta no apaga las llamas.
Quizá no puede consumirse algo que nunca prendió fuego.
Quizá no puede olvidarse algo que nunca dejaste de querer.

jueves, 2 de agosto de 2018

Escapadas

Es difícil escribir ahora
que me visitan más los buitres que las musas
              [será que la carne muerta es lo único a lo que atrae
o quizá que ya no puedo rogar
que creáis en lo que hace tiempo
he cesado en su búsqueda.

Pero vuelvo acabar plantada frente al lienzo
porque más que haya algo de lo que hay que morir,
es que siempre dejas que algo te mate;
y no existen las tinieblas en las adicciones.
El miedo deja de existir para aquellos
que ya lo tienen todo perdido.
Y para qué lanzarse a la deriva si no va a emocionarte.
Si desde que te fuiste soy más mancha que tinta
y no me acerco al papel por si cayese
en la tentación de pensarte.
Hace ya tiempo que tengo los ojos
 tan acostumbrados a la oscuridad
que volver a ver tu fuego,
más que hacer resurgir las chispas en ellos,
no haría otra cosa que fuese abrasarlos.
Y es que llevo media vida intentando salir del bucle
y he tardado otra media en darme cuenta
 que soy yo el ojo del tornado,
que nadar contracorriente no es conseguir ser fuerte,
si no negarte a ser tú mismo.

Pero supongo que tengo lo que me merezco.
Qué sabré yo de amor, si eso no es para cobardes.
He preferido correr de lo que llevaba dentro a llorarlo más tarde.
Pero nunca es tan fácil.
Siempre he sido más de echar de menos que de querer de más,
y será porque cada vez que abandono un puerto con alegría
me doy cuenta que cuando ya no estás
solo extrañas del lugar el motivo por el que habías huido.

Y es entonces cuando nos prohíben volver.
Nunca van a parar de repetirnos que elevemos anclas
y no nos estanquemos, que es pequeño para tanto océano.
Que nos arrastre la marea es el mejor plan
para los que sabemos perfectamente
donde dejamos nuestro amarre, donde está nuestro fuerte;
y para los que sabemos que aunque esté hundido
siempre estará.
Así que para qué volver;
si es algo que nunca va a dejar de estar conmigo.






domingo, 1 de julio de 2018

Sin luz

A quien lleva toda la vida saltando
para salvarse el alma más que para alegrársela
no puedes hablarle de derrotas.
Supongo que es porque son los mismos
que han perdido la fe
en que haya alguna batalla que te alumbre
esas fúnebres vísceras que lentamente,
unánimes,
palpitan para corroborar la muerte que arrastran.

No hay palpitaciones que marquen miedo
para quien ha vivido siempre en la boca del lobo.
Y menos para quien se hizo adicto a su lengua.
Esos ya no creen en la suerte.
Supongo que cuando llevas toda la vida
bebiéndote a palo seco las lágrimas
que caían cada vez que recordabas
que tenías que volver a levantarte
dejas de creer que el destino
opte por depararte un camino mejor.
Incluso llegas a pensar que te lo mereces.
Incluso llegas a mirar la noche oscura,
y la amas,
porque no hay luces que reflejen en la tierra tu cuerpo opaco.
Entonces piensas que quizás se acabó tu lucha.
Entonces pienso porque os sincera tanto la noche.
Entonces recuerdo porque me provocas insomnio.

Las cuencas negras faciales
no son más que manchones que reflejan que has sido fuerte
y que ayer te lanzaste a pensar en lo que te hizo romperte.
Y es que hay que tener agallas para recordar de dónde venimos.
Aunque las mariposas estén de luto,
aunque los sentimientos estén envueltos en una crisálida,
aunque la vida haya corrido muy deprisa
desde que tratas de seguirle el ritmo
mientras te lames las heridas.
Aunque escueza que no haya cicatrizado, más duele recordar que la piel sigue abierta.
Aunque escueza que no te haya olvidado, más duele recordar que el quererte lo sigo haciendo.

[Amanece.

domingo, 24 de junio de 2018

Polen opaco

Solían cantarme nanas cuando no podía dormir
y quizá sea por eso que ahora soy quien las escribe
cuando me llama el insomnio.

Si me lo producen las ganas de apaciguar mi estrépito pensamiento
me narro en alto que si no te echo en falta es porque realmente nunca te quise.

Y créeme que he gritado más cuando he descubierto que no sé querer
que cuando con tu silencio me clamaste que tú ya no lo hacías.

Intenté concienciarme de que era el momento de asentarme
a las llamas que se prendían cuando me veías
y yo siempre he sido demasiado fría para buscar algo de ardor.

Adoro la sensatez que me produce el saber que camino sola,
saber que estoy perdida me hace pensar que peor sería que estuviese perdiendo.
Y es que aunque nunca sé bien adónde voy, tengo claro adónde no volver.

Derramar latidos por las cuencas en forma de lluvia limpió el paisaje
e hizo ver la imagen que me sugería que el huracán que había arrasado mi vida,
solo era el solsticio que haría que empezase a volar mi falda de nuevo.
Me engañé pensando que amar era sinónimo de jaula,
y desde que no estás y he abierto las plumas
no las utilizo para otra cosa que no sea usar la tinta.
Y eso que odio dedicar versos
porque reflejan entre rimas que a veces he querido.
No me creas.
Nunca he reunido tanta valentía
como para lanzarme a decir amor a alguien que no sea yo.

Pero qué te voy a contar de eso.
No va a sorprenderte.
La diferencia es que tú sigues moviendo el polen de los sentimientos
para depositarlos en otra reserva,
y nunca has conseguido
que se impregnen tanto a tu piel
como para no irte de esos pétalos.
Deja de engañarte.
Yo ya he aprendido que ir de flor en flor
no sirve de nada si nunca has creído en la primavera.

Quizá por eso huimos cuando sentimos que estamos en casa.
Quizá por eso solo nos utilizamos para reconstruirnos.
Siempre he sido de surcar luceros y apagarlos cuando sonrío,
siempre me he creído en la luz y quizá sea por eso que me acerqué a ti,
que siempre has sido oscuridad,
porque solo se ven las estrellas cuando el cielo está ennegrecido.
Por eso te he perdonado que manchases mi camino.
Así que por pésimo que haya sido, gracias por aparecer.
Sin ti no habría visto que soy capaz de brillar sola.

domingo, 17 de junio de 2018

Ápate

He vivido entre tinieblas, en fúnebres noches
donde se almacenan los sueños rotos
de lo que quise ser cuando éramos.
He dejado de valorarlo,
¿quiénes éramos ?
Me he forzado a olvidarlo,
quizá lo sepa, pero no quiera recordarlo.
Entonces sé que vives,
y entonces vuelves a desprender luz
y es justo cuando empiezo a pensar
qué va a pasar cuando anochezca.

Me han envuelto siempre frívolas cortinas nubosas
que alejaban lo que llamáis amor de quererte.
Será que he creído que
el amor siempre está más en lo que se calla que en lo que se dice,
más en lo que se besa que en lo que se enseña,
más en cómo miras que en cómo intentas que os miren.
Nunca he querido introducirme en vuestra competición
por mostrar de quién sois cuando os llega la primavera.
He preferido ganaros a todos demostrando que estáis engañados.
Solo somos de nosotros mismos.
Será que no creo que el amor exista
porque a juicio con vuestro concepto
soy yo quien no sabe amar.

Por eso acabáis optando por caminos
con luces efímeras cuyos focos os apunten a vosotros
y no a alguien por quien no os importaría apagaros.
Por eso que yo huyo.
Paso la vida incendiándome el camino,
haciendo saltar las chispas de lo que haga endiosarme
y quemándome las sienes cuando
intentan introducirse en el bucle de la delirante juventud de abeja.
Esa que tan pronto pica, como se aleja.

Huyo porque arrastro la cadena del pasado
con sed futurista,pasando por alto el presente
de quién intenta retenerme para gritarme que no me vaya.
Y es que nunca voy a irme de nadie
porque para eso primero tendría que haberme quedado.
Y a mí me gusta demasiado la noche
como para mirarte a los ojos
en vez de embriagarme de las estrellas.
Estrellas melancólicas, infelices, alejadas de la luz de la vida.
Nunca voy a querer que me quieras porque
no necesito dejar fluir esas mariposas
que acarician el alma para sentirme llena.
Me quedo con que todo lo que hiciste que brillase
te lo he escrito cuanto antes.

No procuro que se entienda.
Volar siempre será bonito para quienes no miréis al suelo.
El día siempre será bonito para quienes no penséis qué va a pasar cuando anochezca.





domingo, 10 de junio de 2018

A mí

Desde que cosí mis vísceras he aprendido amar mis rotos
y que no todos tienen un descosido que les arregle las alevosías
que les ha ocasionado el tiempo.


He aprendido que llenarse de odio solo conlleva a desprenderlo
y que todo lo que sueltas por tu boca afecta a los ojos de las serpientes
que buscan saciar su vacío con las ansias de devorarte.

Te pido perdón por pretender que me quisieras.
Yo siempre he tenido el cerebro en las nubes
y el corazón bajo tierra,
y es que  no puedes rogarle amor a quien es de piedra
ni que se deje querer a quien no necesita que le quieran.

Sola he descubierto que la vida son los baches
que nos aseguran que seguimos existiendo.
Y ahora sonrío cada vez que veo moratones
y me creo fuerte cada vez que el destino intenta arrastrarme al camino del pasado.
Ese al que nunca se debe olvidar para no perder tu esencia.
Ese al que nunca se debe regresar para no cambiar tu camino.
Para no buscar respuestas en el mismo lugar donde te planteaste las preguntas.

Y es que amo efímero y vivo rápido,
confío en mis palmas y en mis sienes,
en recordarme que me quise mucho antes de empezar a quererte
y que el amor se consume cuando se queda sin gas el mechero de las ganas.

Me rodeo de tréboles por tener la cabeza en el futuro y sonrío,
mientras cavo el pasado que me hizo ver lo que soy y que me recuerda
que nunca soy yo si pierdo mi esencia.

Veo el miedo como mi mecanismo de defensa y me quiero tanto como me curo.
Cierro puertas, quemo versos,
aprendes a dejar de temer la partida cuando
sabes que te has convertido en nómada de todo aquello
que consiga hacer que te quieras de nuevo.
Dejo de aferrarme a lo que por más que me completó
ahora provoca mi vacío
y le deseo plenitud a esos huecos oscuros que me obligaban a alumbrarles.
Soy un monstruo helado que ni busca amor,
 ni ser amado, que ni quiere ni tiene reparo.

Rechazo volver a quien me hizo feliz y a lo que dejé a medias.
Porque con la vida, aprendes,
que si hubieses sido demasiado feliz nunca te habrías marchado,
que si hubieses sido llenado del todo nunca te habrías quedado partido.
Cojo mis esperanzas y apuesto por mí.
Nunca he dejado de quererme, así que soy a la única que no voy a consentir fallarle.



domingo, 3 de junio de 2018

Exclusiva

Llevo varios días aullándole a la noche que voy a consumirme
y me lo confirman esas manchas negras que aparecen cuando amanezco.
Aunque dejen las cuencas vacías; fueron caudalosas anoche.

Arrojo las esperanzas que me quedan por el futuro,
me solidifico en una marginal sección del pasado, flagelándome.
Me flagela descubrir que nunca he dejado de correr para llegar al futuro
a sabiendas de que los días pasados siempre fueron los mejores.
Y pasa arrolladora, por mis esquelas, mi vida.

Me susurran que he perdido la felicidad
mientras intentaba buscar dónde conseguirla
y que mi afán por aspirar a la cima nunca me ha hecho ver que realmente ya estaba en ella.
Me hundo mis intentos de creerme estrella ahora que no estás tú;
en estas noches fúnebres de palpitaciones con cafeína
para desenvolverme en lo que me han impuesto por meta
y no hace más que provocarme derrotas,
no hace más que incitarme a rendirme,
no hace más que repetirme que estoy perdida,
ahora que no estás tú para decirme que deje de buscar estrellas
que me enfoque,que yo nunca he dejado de tener la luz en las yemas.

Siempre fue difícil convencerme.
A mí; que siempre he optado por bailar sola
cuando el llanto marcaba el compás de mi vida
y es por eso que no confío en quien me oferta un vals
a mí; que siempre he andando con la muerte en los tacones
por querer huir de quien llega dispuesto a bombardearme el alma.

Ponerse una coraza siempre ha sido la excusa perfecta de quien quiere creerse fuerte;
y correr siempre ha sido la salida de emergencias de quien cree que en el amor está la muerte.
Por eso hice que te fueras.
Porque has amado la marea aún conociendo la tempestad que arrastran mis perlas
y te has confundido al intentar ver dentro de una agua con sal
sin recordar que esta escuece en los ojos.
Nunca he querido que te anclaras a mis manos.
Nunca debiste descubrir mis gusanos rosados,
ahora necesito un salvavidas cada vez que veo que naufrago.

Por eso te incité a que te fueras.
No debes nadar conmigo.
No te conviene.
Yo siempre he ansiado el océano aún sabiendo que soy río;
aún sabiendo que desembocar en mar implicaba que muriera el río.


domingo, 27 de mayo de 2018

Volver (IV)

A veces es peor la recaída que la ida.
Y es irónico que lo piense, yo; que siempre había anhelado tu vuelta.

También la misma que siempre ha preferido bailar sola cuando el llanto marcaba el compás.
La que hacía equilibrios en la cuerda floja de su vida
y se tiraba al vacío si se te ocurría aportarme la mano para sujetarme.
Ya sea por miedo a quererte
o por temor a que me quisieras.

La misma que lo hizo mal para no disfrutarlo bien,
para no acabar siendo arena de lo que fue salado tejido.
Para no ser ceniza del mar tenido.
Que solía repetirse que siempre había volado sola
y que aspirar a las estrellas no era creerse una, si no amarse a ella.
Encerrarse en su jaula, que aunque fuera de oro, jaula era,
para repetir que luchar sola es de fuertes
y que necesitar es debilidad,
aunque luego se engañase;
no era lo suficientemente fuerte para decirse que había sido cobarde
ni te necesitaba lo suficientemente poco como para no convertirse en débil.

Pero cómo te sacas el veneno cuando es lo único que sacia tu sed.
Cómo a un espíritu que siempre ha sido libre le enseñas de nuevo
que está rodeada de voces efímeras, apenas siluetas nubladas
que desaparecen cuando grita en silencio lo que le hicieron en el pasado.
Y sobre todo cómo te conciencias de que las cosas se acaban
cuando tú siempre has tenido la magia de hacerlo eterno.
O al menos cuando te sumerges en mi espuma.
Ahí todo brilla,
ahí no te vas ni desparece el miedo,
porque ahí no somos capaces de mentirnos.

Nunca he dejado de intentar conseguir navegar entre los papeles quemados,
sin caer en la cuenta que por mucho que me negase a volver a naufragar contigo
nunca había quitado mi ancla de tu lado.
Y es que por más veces que hemos intentado alzar la vela,
siempre se ha acabado derritiendo.
Y hemos acabado más rotos que llenos,
pero volviendo por nuestro afán de ser los primeros en arder.

Ahí es donde lo torcimos.
En pensar que la vida da vuelve a cruzar caminos,
en pensar que irse es más fácil cuando sabes que vas a volver.
Sin caer en la cuenta que un día vamos a dejar de mirarnos.
Entonces no recordaremos donde fuimos felices y menos el camino de regreso.
No nos importará la magia
ni nos buscaremos cada vez
que estamos ebrios y nos urja el amor.
Es entonces cuando asumiremos de una vez que si sigue saliendo mal
es porque nunca hemos aprendido a irnos.
Te cuento un último secreto.
Seguimos sin haberlo conseguido.
Hasta pronto.
Nos vemos cuando volvamos a olvidar porqué nos fuimos.


domingo, 20 de mayo de 2018

Lo que nunca pude decirte.

Siempre hemos sido más de guerra
que de paz, pero en mitad de bombardearnos la risa llegaba la tregua.
Siempre hemos sido de pedir deseos sin mirar a las estrellas,
de esquivar los besos cuando los pedimos y de robarlos cuando no podemos ni vernos.
Siempre hemos sido de hacerlo torcido.
De no dejarle nada al destino y mover las fichas en el tablero,
tú de apostar por mí cuando tenías el mundo en contra,
yo de revolverme cuando todo pintaba a babor.
Pero qué iba a hacer,
 si nadie sabe qué se hace con el amor
cuando el orgullo pacta con el miedo.

Siempre hemos sido de no aguantarnos la mirada
sin jugar con manos torpes que querían hacer heridas,
a ver quién era más fuerte, a ver quién más quería
y nos ganó el tiempo de la vida.
Siempre hemos sido de querernos cuanto más lejos estábamos,
de vomitarnos odio cuando podíamos abrazarnos
y de callarnos lo que sentíamos por temor a lo que pensáramos.

Siempre hemos sido de tropezar con la piedra aposta,
de arrojarla al camino del futuro inútilmente,
porque nos la hemos acabado encontrado tarde o temprano de nuevo.
Siempre hemos sido de perder el tiempo que ahora nos hace falta.

No he dejado de culparme. Sigo pasando por el sitio de nuestro recreo,
por ese metal que llamábamos paraíso detrás del césped que surcan los balones;
y por el otro al que creíamos Edén y no era más que nuestro trozo de asfalto;
y nos recuerdo tiritando, sanando balas que un día
nos hicieron dejar de creer en lo que ahora habíamos creado.

Pero más me duele oírte decir que solo fue nuestro pero que ya no es,
más me duele mirarte sin el beso de después.
Más me duele saber que ahora lucho sola,
que sigo intentando incendiar un océano con las cenizas de lo que nos queda, esas que me he quedado.

No es justo pedirte nada, pero no me olvides.
Busca otras faldas, les suplico que te quieran,
ahógate en otras piernas, que despierten tu infierno
y apacigüen a ese demonio que surge cuando te das cuenta que no eres tan fuerte.
Quédate con quien descubra que tú solo echas de menos lo que siempre habías odiado.

Porque quiero algún día decirte que yo tampoco lo he hecho.
Porque quiero seguir siendo aunque te hayas ido.
Aunque me haya ido.
Aunque no nos vemos.
Siempre vas hacer que me brillen las pupilas, y no hay versos a esa altura.
Ni a esa magia. Ni a ese miedo.
Sé feliz.




domingo, 13 de mayo de 2018

Quién se queda con las cenizas

Una vez que se prende el fuego es difícil apagar las llamas.
Y que nos lo digan a nosotros que siempre fuimos más de hacer saltar las chispas cuando necesitábamos un poco de ardor.
Y cuando la fogata estaba a medio gas, de soplar fuerte para prenderlo rápido.

De erizarme la portada cuando sentía frío,
de bombardearte la boca cuando no veías las estrellas.

Me gusta recordar cuando cruzábamos los dedos si solo nos quedaba la fe y alisábamos el papel por muy doblado que lo convirtiéramos.
Aunque nunca volvía a ser el mismo, algo más apaciguado estaba.

Me gusta imaginar que me traerás madreselva cuando salga con las sienes desencajadas de mi oscura realidad que difusa, atormenta mi alma, ese oculto, hálito de miedo por el pasado que lo dejo hueco, sin vida.

Me gusta pensar que el incendio necesitará más leña, y que descubrirás que echas de menos las ramas del árbol que sembramos.
Aunque luego acabemos reconociendo que nunca supimos cuidarlo.
Tú siempre intentaste enseñarme el vaso medio lleno, y yo nunca dejé de fijarme en lo vacío.

Me gusta presente, la imagen que tengo de la vez que erupcioné por mis cuencas sobre la nube que protegía tu vida y te grité amor haciendo voluminosa la ola de fuego.
Después te eché de menos.
Me gustas presente porque cuando te conviertas en pasado,no quiero que vuelvas.

Quiero quedarme con lo negro que dejamos tu nido y la rotura por tensión de nuestra cuerda, que siempre se apañaba con atarla por el último hilo
                              [hasta cuándo sería el último.
Quiero quedarme con la explosión de caricias  y con los puños que iban marcando cicatrices de lo que estábamos siendo.

Quiero que cuando seas pasado, te vayas.
Porque si vuelvas intentaré que ardamos del mismo modo y las piedras usadas, por mucho frío que desprenda la noche, nunca acaban brillando lo suficiente.
Así que me quedo con la forma en la que hice brillar tus pupilas.
A nadie vas a provocarle las mismas ganas de fumarte porque nadie va a hacértelos lucir igual.

Y por último dime, mientras soplo,
quién quieres que se quede con nuestras cenizas.


domingo, 6 de mayo de 2018

En la mejilla

He pasado por la calzada del antes
pensando que me dirigía al camino del después
y es que no puedes reconstruir el ahora
si vuelves a lo que te ha hecho romperte.

Mentiría si te dijese que no surco
todos los días el paraíso asfaltado
donde jurábamos nuestra suerte.
Donde tú solías quererme,
donde yo solía creerlo.
Acelerabas latidos, convertidos en estrellas fugaces,
voladoras, pasajeras de mis ganas.

Y ahora que el descansillo está vacío,
se me caen mis pétalos y velan
la fúnebre estatua de lo que fuimos,
pero ya no somos.

He oído que llamas codicia a sus caderas,
que nunca has dejado de querer sus yemas
y que has arrancado las huellas que te dejé cuando pasaste por aquí.

Huyo de mí para buscarte,
anhelo morder los dos rubís,
acariciar tu cáliz rosado,
encender nuestra llama con la chispa que desprenden tus pupilas.

Y es que desde que no estás
me he dado cuenta que si alguien ha perdido,
he sido yo;a mí.
Y me vuelvo lluvia,
arrojo todos los pedazos de lo que tuvimos por lo que tienes
y pienso si justo antes de apagar la luz
sigues viéndome en esa foto del lado izquierdo.
Y es que yo te sigo pensando.

Desearía cruzar de nuevo la calzada del antes,
para que esta vez,
cuando llegase el momento de despedirnos,
en vez de jugar a darte el beso en la cara,
apostase por regalarte mi boca,
mientras te escribo en la espalda
lo mucho que te echo de menos.
Aunque ese sea el último beso que tú me dieras,
y aunque ese sea el último verso que yo te escribo.


domingo, 28 de enero de 2018

Dentro

Pasó su vida llorándole a la luna,
obviando las estrellas,
y cada vez que veía pasarlas fugaces
pedía dejar de pasarlas canutas
y quererse, quererse.

Ella; compuesto de ojos vidriosos
cabeza perdida, con ganas de la cueva,
temía el sol, no creía a la luz;
vidrio, vidrio.

Ella; se prometió no juzgar para no ser juzgada,
vivir de las tinieblas, opaca, rugosa.
Espinas la rodeaban, pero era flor, flor con espinas.
No confiaba, cerraba la puerta, apenas rayos de ventana la miraban de soslayo.

La otra.
Le hicieron sentirse querida
y
comenzó a disfrutar.
De la luz. Esa que le dijeron que tenía propia.
Y se envolvía en tentáculos osados que querían bailar. Y que aseguraban que la querían.
Y  pedía ritmo, corazón sin embrague.

La otra; esa chispa ahora era de alegría. Pasaba días riendo y se decía que se lo merecía, mas era prudente, temor a la caída.

La otra; quién dedicó amor a quién le hacía volar, y ya no temía, la caída. Abrió la puerta, y pólvora lúcida adornó sus esquinas.
Quiso el cielo, salir del suelo, del hueco, llegar al beso.

Sintió que nadie podía parar sus serpientes ahora que miraban y ya no petrificaban, malas esperanzas.

Ella en el fondo quería recordarle el pasado, siendo espectro de lo criado, la otra no recordaba por qué había llorado.

Y en crisis, qué iba a pasar.
Se enfrentaron, acabando en rayos, que destrozaron ventanas y combatieron puertas, que rompieron el vidrio, y por chispa, acabó en incendio.

Ella le echó la culpa a la otra, por querer.
La otra le echó la culpa a ella, por no quererse.
Y cuando las dos comenzaron a erupcionar,
perdió.
Perdió la que quería huir de ellas.
Lucho con todas sus fuerzas,
pero claro,
siendo entre tus mitades,
nunca puedes huir de lo que llevas dentro.