lunes, 25 de noviembre de 2019

Ojalá no fueran ni 25

Solo tenías ganas de echarte a volar y mi querida niña,
confundiste los buitres con las mariposas.
Pero quién iba a pensar que esos cosquilleos
simplemente eran ganas de comerte, muerta.
Ya ni recuerdas a qué sabían las nubes;
tú, qué siempre has sentido que has nacido
para comerte el mundo.
Ni siquiera crees ya merecértelas.
Suspiras alivio cuando consigues quedarte sola en la jaula
pensando que es el paraíso
y no sabes que detrás de las verjas está tu vida.

Has revuelto todos los rincones cuando se ha ido.
Has roto los espejos, por no verte esas marcas;
has justificado tus lágrimas, por tener ansias de sed.
Tienes las sienes trabajando en la redundancia.
De aquellas infames acciones que hiciste, de aquellas miradas que echaste, de aquellas noches que bailaste de más. que hablaste de más, que fuiste de más.

“No tendrías la cara maquillada de púrpura sino fuese por tu culpa.”
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.
Las veces que exagerabas, que te quejabas, que manipulabas, que estabas loca, que ibas con ropa de menos, con alegría de más.
“No te habrían tocado si hubieses estado más serena, menos provocativa, menos llamativa, no te habrían matado si no hubiese sido por tu culpa.”
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.
Por la guerra de Troya, por la caja de Pandora, por concebir sin ser virgen, por ser pelirroja quemada por bruja, por querer hacer de más, hablar de más, bailar de más, ser; luchar.
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.

Por nuestra culpa, y vuestras rejas.
Por encerrarme en una jaula habéis hecho que odie los barrotes.
Por hacerme creer que soy mal, habéis conseguido que salga a gritar por las que ya no están.
Por berrear, luchar, liberar.
Por nosotras, por nosotras, por nuestro gran nosotras.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Vengo de paso

 Cuando todo se me nubla, me llueven vestigios del pasado.
Entonces intento saltar los charcos dibujados en el suelo,
pero caigo y me hundo llegando a magnificar
la densidad de estas pequeñas manchas de recuerdos a la altura de un océano.
Y cuando está más cerca el fondo que el cielo;
tiendes a creer que será más fácil descender
que luchar evitando el naufragio.

La mayoría de las veces que mi yo le grita al pasado que me devuelva,
acabo buscando donde solía estar todo a ver si por allí estoy.
Pero tampoco.
Es lógico.
Normalmente, cuando acabas con la segunda vida de tus siete
lo que verdaderamente cuesta superar es romper contigo.
Y en el proceso de metamorfosis hay más impotencia que deseo
y usamos el pretexto de envolvernos en algún capullo
que nos encierre entre lo que fuimos y lo que vamos a ser.
Entre ninguna parte y el olvido.
Cuando rompemos la crisálida y poco a poco nítidos rayos nos destellan,
intentamos pegarla o al menos, removerla buscando explicaciones a qué hemos hecho mal.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Es el camino fácil cuando te han hecho crecer pidiendo perdón por pecar
en lugar de perdiendo el miedo a equivocarte.

Aquí todos juzgan por ser quien eres,
y nadie repara en qué te ha hecho ser lo que gritas.
O en quién.
Y todos padecemos un poco de hieratismo sentimental
y quienes no saben vivir con ello lo camuflan con el ideal de amarse en una jaula.
El caso es que reconozco que soy de las que salen a volar siempre
y no veo nada de especial en vuestro movimiento vital cíclico que se basa en dar tres pasos que te llevan al inicio de la ruta.
Y es que cuando entiendes que si los tiempos pasados que anhelas
siempre hubiesen sido los mejores serían el presente,
huir de todo lo que se parezca a ellos es el mayor acto de amor que puedes hacerte.