miércoles, 25 de noviembre de 2020

Lápidas

Yo conozco a muchas mujeres muertas. 

Coinciden con las vivas en que ambas creen estarlo mientras arrastran sus golpes a través de los días. 


Yo he visto a muchas mujeres muertas. La mitad no lo sabían. 

La que abandona las tintas porque creció mientras la llamaban inútil. 

La que acaricia a sus tres corderos una noche y tarda dos lunas más en poder sentirlos 

porque tiene que intercambiar carne por monedas. 

La que tiene la cara con manchas de vino porque saciaron la embriaguez con ella. 

La que dialoga durante horas frente a las pantallas y no recibe lo que el resto.


Yo he hablado con muchas mujeres muertas. 

La que lleva media vida sentada en el miso portal mendigando un beso. 

La que sigue tras las mismas rejas porque la hicieron creer que debía pagar con amor su penitencia. 

La que se tatúa escupitajos por si en medio le susurran un te quiero. 

La que odió a otra porque suponía competencia que las dos llevasen la misma tiara. 

Entonces yo alguna vez también he estado muerta.

La que se cree libre porque dice que al menos no está entre fregonas. 

Entonces lloro porque estas son las más muertas. 


Y es que yo he llorado por muchas mujeres muerta. 

Por las que alguien rechazó por no tener una perla entre las piernas.

Y por las que perdieron un seno en mitad de una batalla. 

Por las que creían que estar encerradas en un castillo era el precio para encontrar un príncipe. 

Por las que obligaron a usar el rosa. 

Por las que tienen las sienes ensangrentadas y sus huesos le aúllan culpa. 

Por las que han tenido que dejar solas a sus sombras. 

Por esas sombras que crecen sin lecho. 


Por todas las que están calladas, grito.

Por las que no volvieron, salgo.  

Por las que no creen tener alas, demuestro que vuelo. 

Para que no se vayan más, escribo. 


 Fotografía: Juanma Morales Álvarez 

Cuenta de fotografía: jmsshtngtravel // https://instagram.com/jmsshtngtravel?igshid=1pirmw2ng80c1