domingo, 29 de septiembre de 2019

Arjé


Cuando llevas muchas noches corriendo desenfrenada,
un día olvidas qué te hacía huir y te paras en seco.
Esas noches repiqueteas con lentitud y es lo único que sientes.
Tic.
Tac.
Se está acabando.
Claro que tú siempre has preferido odiar antes que olvidar porque es más sencillo
y nunca te habías parado a pensarlo; pero se está acabando.
En los momentos en los que miras a las estrellas te marchitas un poco más,
 pinchas con más agudeza y cierras tus pétalos para que no vean que te diluvia la cara.
Empiezas a plantearte en qué instante dejaste de ser
y solo encuentras en medio de tu caos pedazos desordenados de ti que ya ni conoces.

Las lunas en las que intentas restaurarte siempre acaban en luto.
En luto y en vicios, porque al fin y al cabo,
siempre muere algo de ti cuando para buscarte recaes en quien te hacía ser.
Se muere por ya no es. Y tú tampoco.

En la oscuridad en la que reconoces estar perdido barnizas tu vida de recuerdos, y de tentaciones.
E incluso en esos arrebatos de pasión y de bombeo estás casi seguro de querer cruzar otra vez ese camino, aunque sepas que es andar descalzo sobre cristales rotos.
Total sabes que solo vas a culparte a ti de tus heridas y vas a justificar que te hayan querido mal con que tú ni siquiera te quieres.
Porque somos capaces de volver adonde dejamos de ser aunque sepamos que al llegar el sitio va a estar desierto.
Porque ya no es. Y tú tampoco

Justo ahí vuelves a huir desenfrenado porque se está haciendo de día y la luz siempre ha molestado a quienes están ciegos.
Aunque ya ni siquiera te importe.
Porque se ha acabado.