domingo, 19 de julio de 2020

La lista de mis miedos

Si tuviese que hacer una lista de mis miedo la titularía: “los días que necesito escribir”.
Son el producto de haber recorrido demasiadas veces las mismas aceras y aún así tener más ganas de andar que de detenerme.
Aunque en el fondo me urja parar y ni siquiera encuentre motivos para seguir merodeando por mi sendero presente.
Fantaseo entonces con un futuro idílico y trato de buscar folios en los que alguien haya escrito lo que yo aún no me atrevo y liberar así la angustia que me ha cobrado el diablo por regalarle mi silencio.

Continuaría la sucesión de pánicos introduciendo a las personas que me dan ganas de escribir.
Quizá la adrenalina que existe en unos versos es que quiera llegar a besarlos aquel a quien se los dedicas. Por eso disfruto alejándome cuando ya he visto demasiado y prefiero relamerme los dedos antes que comer dos veces del mismo plato. Y entonces me señalan, me tachan de cruel, de insensata, de frívola y mi yo soberbia confunde las injurias con la habitual crisálida de sandeces verbales de la mayoría en la que me veo obligada a estar inmersa y acabo dormida en un rincón en el que las voces de repente son una nana y no me pide el ser nada más que sobrevivir.

Claro que me aterra la idea de que confluya un día que necesite escribir con la llegada de alguien que me dé ganas de hacerlo y mi afán por procrastinar mi vida haga que arrugue los folios y me repita que no es mi sitio. Y callo, autócrata,el dolor del desarraigo, soñando con lugares donde deje aflorar mis silencios y donde los muertos ya no me pesen más que los vivos. Y últimamente dudo de que mi sitio sea el que siempre he anhelado y acabo con un nudo en el tallo del que me apetece tirar y acabar con mis pétalos.

Y llegas tú en medio de mi tumulto de prioridades que no son más que un castillo de temores y yo te escupo y de pronto sentiré el llanto. Pero yo nunca lloro. Y me admiras y yo nunca lloro.
Digo que no necesito nada porque en realidad nunca sé qué necesito y que no quiero a nadie porque en realidad nunca sé qué quiero. Ni si quiero. Ni si alguna vez he querido.
Claro que podría atreverme a hacer versos que explicasen lo que son mis mariposas:
“Para mí el amor es tener a alguien con quien llorar a gusto de tal manera que hacerlo solo se convierta en un dolor insoportable”.
Pero todos los días en los que alguien me ha preguntado si quería llorar, yo he respondido siempre que solo era un día en el que necesitaba escribir.