miércoles, 25 de diciembre de 2019

Museos

Si tuviese que elegir un espejo al que enfrentarme, optaría por un lienzo en blanco,
ya que al fin y al cabo es un poco lo que he sido siempre.
Sería el medio en el que muchos vomitarían.
Lo sé porque me he pasado muchas noches siendo luna aullada por los lobos sedientos de cariño.
Y siempre que he querido acercarme a ellos para consolarles, justo cuando estaba a punto de amor, me entraban bostezos y me marchaba; amanecía.

Para otros sería el medio en el que empezarían preciosas obras que acabarían en añicos.
Y yo lloraría su falta de valentía por acabar las cosas achacando a que no soy el sitio que buscas si quieres crear algo bonito desde cero.
Esa falta de quererme siempre la he cubierto con una gama de colores
que apenas ha dejado ver a nadie mi fondo blanco.
A menudo han rozado sus yemas mis inverosímiles pinceladas,
y se han maravillado por la luminosidad que pretendían desprender.
Pero nadie se ha parado nunca a preguntarme qué tapan.
Sin embargo, padezco la enfermedad de quien pretende ser constantemente
el cuadro favorito de cualquiera, y sobre todo de su alguien.
Y a veces simplemente no se puede, porque no todo el mundo sabe valorar el arte.

He adornado interiores de todo tipo solo para engañar a mis orígenes
haciéndoles creer que estaban en el cuarto a pesar de apagar mis tonos, me hizo ver.
Desde entonces amo los sitios tenebrosos y aquellos que más rotos están
para que sientan que en el abstracto yo que decora mi lienzo hay más caos que en ellos mismos.
Y no sé por qué, pero les calma.
Luego dejo allí mis pasados y mis ansiedades y me voy,
 siempre con más miedos que con ganas y dejo allí,
entre bostezos, tropezones y sin sentidos;
mis colores favoritos.
Porque si me anclase en todo lo que he sido,
yo no tendría la suerte de elegir como espejo a un lienzo en blanco.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Ojalá no fueran ni 25

Solo tenías ganas de echarte a volar y mi querida niña,
confundiste los buitres con las mariposas.
Pero quién iba a pensar que esos cosquilleos
simplemente eran ganas de comerte, muerta.
Ya ni recuerdas a qué sabían las nubes;
tú, qué siempre has sentido que has nacido
para comerte el mundo.
Ni siquiera crees ya merecértelas.
Suspiras alivio cuando consigues quedarte sola en la jaula
pensando que es el paraíso
y no sabes que detrás de las verjas está tu vida.

Has revuelto todos los rincones cuando se ha ido.
Has roto los espejos, por no verte esas marcas;
has justificado tus lágrimas, por tener ansias de sed.
Tienes las sienes trabajando en la redundancia.
De aquellas infames acciones que hiciste, de aquellas miradas que echaste, de aquellas noches que bailaste de más. que hablaste de más, que fuiste de más.

“No tendrías la cara maquillada de púrpura sino fuese por tu culpa.”
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.
Las veces que exagerabas, que te quejabas, que manipulabas, que estabas loca, que ibas con ropa de menos, con alegría de más.
“No te habrían tocado si hubieses estado más serena, menos provocativa, menos llamativa, no te habrían matado si no hubiese sido por tu culpa.”
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.
Por la guerra de Troya, por la caja de Pandora, por concebir sin ser virgen, por ser pelirroja quemada por bruja, por querer hacer de más, hablar de más, bailar de más, ser; luchar.
Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa.

Por nuestra culpa, y vuestras rejas.
Por encerrarme en una jaula habéis hecho que odie los barrotes.
Por hacerme creer que soy mal, habéis conseguido que salga a gritar por las que ya no están.
Por berrear, luchar, liberar.
Por nosotras, por nosotras, por nuestro gran nosotras.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Vengo de paso

 Cuando todo se me nubla, me llueven vestigios del pasado.
Entonces intento saltar los charcos dibujados en el suelo,
pero caigo y me hundo llegando a magnificar
la densidad de estas pequeñas manchas de recuerdos a la altura de un océano.
Y cuando está más cerca el fondo que el cielo;
tiendes a creer que será más fácil descender
que luchar evitando el naufragio.

La mayoría de las veces que mi yo le grita al pasado que me devuelva,
acabo buscando donde solía estar todo a ver si por allí estoy.
Pero tampoco.
Es lógico.
Normalmente, cuando acabas con la segunda vida de tus siete
lo que verdaderamente cuesta superar es romper contigo.
Y en el proceso de metamorfosis hay más impotencia que deseo
y usamos el pretexto de envolvernos en algún capullo
que nos encierre entre lo que fuimos y lo que vamos a ser.
Entre ninguna parte y el olvido.
Cuando rompemos la crisálida y poco a poco nítidos rayos nos destellan,
intentamos pegarla o al menos, removerla buscando explicaciones a qué hemos hecho mal.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Es el camino fácil cuando te han hecho crecer pidiendo perdón por pecar
en lugar de perdiendo el miedo a equivocarte.

Aquí todos juzgan por ser quien eres,
y nadie repara en qué te ha hecho ser lo que gritas.
O en quién.
Y todos padecemos un poco de hieratismo sentimental
y quienes no saben vivir con ello lo camuflan con el ideal de amarse en una jaula.
El caso es que reconozco que soy de las que salen a volar siempre
y no veo nada de especial en vuestro movimiento vital cíclico que se basa en dar tres pasos que te llevan al inicio de la ruta.
Y es que cuando entiendes que si los tiempos pasados que anhelas
siempre hubiesen sido los mejores serían el presente,
huir de todo lo que se parezca a ellos es el mayor acto de amor que puedes hacerte.



domingo, 27 de octubre de 2019

Nudo

Las únicas derrotas en las que he llorado en mi vida
son aquellas en las que luchaba contra mí misma.
Aquellas en las que descubría que cada vez quedaba menos de mí en mí
y buscaba desesperada el porqué opté algún día
por dar trocitos de quien era a cada alma vacía que ansiaba un poco de fuego.
Claro que nunca caí en la cuenta de que el problema de las hienas
es que por más cadáveres que coman, siempre seguirán teniendo hambre.
Y no es culpa de que la comida sea insuficiente,
sino de que conviven con un vacío tan inmenso que nada es capaz de completarles.

La forma más trágica en la que he querido es dejando de hacerlo a mí misma.
Devaluando mis capacidades, dejándome someter por la mayoría,
viviendo expuesta a los juicios del resto, intentando regresar a quien fui
en vez de aceptar en quien me he convertido.
Rodeándome de almas genocidas que oscurecen la mía,
permitiéndome ser una opción de los múltiples caminos de alguien,
justificando mi indiferencia con mi falta de calor visceral.

Lo que he aprendido viene todo de las veces en las que me he descosido.
Aquellas en las que he dejado entrar polvo a mi perla,
en las que me he encerrado en lo que verseaba,
en las que he sufrido sequedad literaria,
en las que he descubierto que no sé querer porque nunca me han querido,
en las que he sido yo y justamente por eso han intentando remarme contracorriente.

Todo me lleva siempre a la rápida estrategia de acabar con mi partida.
Pero las veces en las que he tocado más de cerca la muerte,
son las únicas en las que he echado de menos el estar viva.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Arjé


Cuando llevas muchas noches corriendo desenfrenada,
un día olvidas qué te hacía huir y te paras en seco.
Esas noches repiqueteas con lentitud y es lo único que sientes.
Tic.
Tac.
Se está acabando.
Claro que tú siempre has preferido odiar antes que olvidar porque es más sencillo
y nunca te habías parado a pensarlo; pero se está acabando.
En los momentos en los que miras a las estrellas te marchitas un poco más,
 pinchas con más agudeza y cierras tus pétalos para que no vean que te diluvia la cara.
Empiezas a plantearte en qué instante dejaste de ser
y solo encuentras en medio de tu caos pedazos desordenados de ti que ya ni conoces.

Las lunas en las que intentas restaurarte siempre acaban en luto.
En luto y en vicios, porque al fin y al cabo,
siempre muere algo de ti cuando para buscarte recaes en quien te hacía ser.
Se muere por ya no es. Y tú tampoco.

En la oscuridad en la que reconoces estar perdido barnizas tu vida de recuerdos, y de tentaciones.
E incluso en esos arrebatos de pasión y de bombeo estás casi seguro de querer cruzar otra vez ese camino, aunque sepas que es andar descalzo sobre cristales rotos.
Total sabes que solo vas a culparte a ti de tus heridas y vas a justificar que te hayan querido mal con que tú ni siquiera te quieres.
Porque somos capaces de volver adonde dejamos de ser aunque sepamos que al llegar el sitio va a estar desierto.
Porque ya no es. Y tú tampoco

Justo ahí vuelves a huir desenfrenado porque se está haciendo de día y la luz siempre ha molestado a quienes están ciegos.
Aunque ya ni siquiera te importe.
Porque se ha acabado.



domingo, 21 de julio de 2019

Atrás

A menudo repaso los repliegues de mi cara,
no son muchos,
pero siempre siento que ya he vivido demasiado.
Será porque me pesan los actos más que los años
y porque tengo entre mis múltiples manías la de traer a este presente tedioso
el sabor agridulce que envuelve a unos labios nómadas.
Creer que eres libre por no sentirte de nadie
se ha convertido en la excusa que pongo
cuando me cuesta reconocer que te echo de menos.
Rebusco entre la nada, con la esperanza de rozar
una pizca de la chispa que sé que sigue prendida.
He encontrado muchos reflejos parecidos,
incluso he querido quedarme en algunos;
si es que mírame,
yo que siempre había huído de las jaulas
ahora busco insaciable un hueco de nido
que me recuerde a qué olía el amor.
Sé que te sorprendería pero nos han pasado muchas cosas desde entonces, sobre todo el tiempo.
Eso lo cambia todo.

Las mañanas que suceden a las noches de insomnio por vino o hiperventilación
son en las que me odio, en las que no me siento de ninguna parte, en las que querría arrasar con mi nombre para que conozcan en quien me he convertido.
Recordar cómo lo hice entonces entra dentro de las noches castigos de las que hablo.
En ellas me ahogo por pensar demasiado, por arrancar páginas del calendario divagando entre las mismas preguntas, jugando a recolocar mis miedos por orden.
Incluso me aprovecho de ellos para justificar mis impertinentes reapariciones esporádicas con tal de que no te olvides de mí.

Claro que quizás el olvido entre también dentro de tus miedos y también tú justifiques así tus estúpidas interacciones fugaces.
Todo ello decora nuestras vidas con una banda sonora de carcajadas constantes y la secuencia de un reloj de arena por el que los granos bailotean rápido al otro hemisferio.
Y en el pulso contrarreloj por no juntarnos de nuevo nos deslomamos por intentar no caer en el olvido: superar el miedo, echar de menos, no apagar las llamas.
De nada sirve cuando hasta yo he olvidado quién solía ser.





domingo, 12 de mayo de 2019

Discernimiento

Me enferma el taconeo del reloj. Frenética.
Siempre he querido superarlo o apaciguarlo,
pero nunca ha coincidido el ritmo
de esas flechas con el de mis sentidos.
Encuadro mi vida entonces en un atasco.
En una aglomeración de casualidades
que conforman lo que soy.
Que me asfixian cada vez que trato acelerar.
Que me retienen en medio de una humareda
que me hace ser consciente de mis carencias,
de lo que he perdido,
de quién soy a los ojos de los cientos.

Esos días son grises y me visitan mis buitres.
Siempre los miro con añoranza
y pienso en lo feliz que era cuando los creía mariposas.
Luego vuelven a arrancarme las tripas
y a escupirme por el mismo pico que un día me juro amor.
Y deseo odiarles.
Odiarles por el sadismo que desprenden hacia mi carne muerta,
hacia estas entrañas podridas, roídas por el malquerer.
Pero luego solo soy capaz de pensar que les debo unas disculpas.
Estaban en lo cierto.
Creo que nunca es tarde; así que lo siento, “yo tampoco sabía cómo querer, estaba improvisando”. Aunque siempre habrá caminos más ligeros donde saben de qué va la vida.
Es más fácil vivir con quien no se pierde.
Y yo siempre divago entre varios senderos.
Y es que no puedes elegir una dirección
cuando sientes que ya no perteneces a ningún sitio.

Ahí llega el momento en el que braman
esas malditas agujas de nuevo en mis oídos
y solo quiero romper el cristal y deshacerme de este atasco.
Luego pienso que fuera de este hemisferio
tampoco me comprende nadie
y ahoga mis ganas de escapar.
Encerrada en medio de los dos tiempos pierdo la fe en mi existencia.
Hace tiempo que todo mi alrededor ha comenzado a descomponerse.
Me escuecen los ojos por tenerlos abiertos
pero con tal de seguir viéndote la cara
no los cerraría en mi vida.
Lo tengo claro cada vez que me dicen lo que es correcto.
Te prometo que jamás he dudado de la bondad de tus yemas,
de lo que me llena tus brazos.
Te juro que no es amor cuando me acerco a quien quiere quemarme las palmas,
pero solo sé hacer versos cuando alguien hace que me salten chispas.
No confundo los caminos, no hagas resonarlo,
ya he llovido mucho intentando aprenderlo, te pido que no hagas resonarlo.
Entonces ensancho mis pupilas de nuevo y me dejo estar.
Claro que si fuese la última vez en mi vida que voy a poder abrir los ojos .
¿A quién elegiría mirar?

domingo, 5 de mayo de 2019

Divulgameto

De pequeña jugaba a dibujar con el dedo
una línea imaginaria que uniese las gotas que empañaban el cristal.
Quizá porque comprendían el estado empañado entre la calma y la tormenta,
quizá porque me sentía.

Siempre me han dado vértigos los sitios vacíos,
pero mi afán por meterme en la boca del lobo acaba por adentrarme.
Siento el calor de un aliento sereno de aquellas mentes básicas
que solo allanan el terreno hasta encontrar
el momento culminante de la locura fatua para inyectar su veneno.
Y cuando lo estás sintiendo aprietan los dientes.
Entonces te verseaba a partir de esas heridas y pensaba que eso era amor.

Tal vez es que la inmensidad de mis cloacas sean las culpables de traer la peste,
de conducir a esa sinrazón de casualidades a mi vida,
esas que confluyen cada vez que tengo la miel en los labios para susurrarme que resista.
Que no es lícito lamer lo que le pertenece a otras fauces.
Pero cómo ser fiel a lo moral; yo, que nunca he sido de nadie.

Aparece el barrunto de que todo comienza de nuevo
y entonces huyo
 no vaya a ser que devore lo que me hace sentir y después acabe teniendo arcadas.
No vaya a ser.
Por eso me paso la vida corriendo.
Probablemente peco de pensar en el final antes de que todo esté roto
pero nadie me inunda tanto como para evitar que bostece
mientras entretejo de momentos la telaraña de lo vivido.

Hasta que pasas;
es entonces cuando tiro el hilo y me enredo entre tus sienes porque siempre me transmitirán la palabra libertad.
Y es justamente la misma que me susurra que nunca será con quien quieres estar,
sino con quien descubras adónde no quieres volver.
Y en ese momento entiendes que el amor es algo parecido a dibujar con el dedo una línea imaginaria que una los lunares que decoran una espalda.
Quizá porque te hacen sentir que solo te necesitas a ti, pero que puedes querer a alguien más.


domingo, 7 de abril de 2019

El péndulo

Decoro el estrepitoso silencio que dibuja mi vida
con una tos seca, que no significa nada, solo excusa.
Convierte en intermitente por un momento
el sonido del miedo,
la nada.
No tiene peso fundamental en el orden
en el que suceden los actos últimamente,
es simplemente un ligero soplo de tranquilidad
en medio de la ansiedad
que genera un lienzo en blanco.
Luego analizo la sequedad de mis ojos
para justificar que hace ya tiempo
que no esquían las lágrimas por mi cara.
Me mantengo frívola ante todo lo que solía revolverme
y cuando llega el punto de vomitarlo, tos.
No creo que lo entiendan.

Solo me limito a arañar desesperada antiguos poemas
a ver si con suerte de esas rimas estos versos y entre búsquedas,
hallar qué parte de mí sigue en su sitio.
Después llega siempre el momento en el que descubro
que nada puede seguir en su sitio si el lugar ha cambiado por completo.
Y no sé dónde perdí las formas pero jamás he vuelto a recuperarlas.
Últimamente recorrer los rincones
en los que se marginaba esa niña
de cuencas tristonas solo me hace echarla de menos.
Es difícil que lo entiendan.

Odié su sensibilidad, odié su disciplina,
odié sus pautas para bailar sin pisar demasiado el centro de la pista.
Odié las pocas veces que se sintió niña,
las muchas veces que decidió cargar con la cruz,
las vueltas que dio para intentar regresar adonde dejó de ser,
las noches que perdió por tintarse la cara intentando resucitar a los muertos.
Mis ansias de comerme el mundo podrían haberla vomitado,
pero de repente solo, tos.
No creo que lo entiendan.

De hecho esa misma confusión me hace rehuir de mis caminos
y es que he intentado correr pero lo único que trae consigo
el movimiento son rozaduras que una vez cicatrizadas
tatúan la palabra culpa.
Es lo que pasa cuando te rodeas de la burbuja
que engloba a los peces de estanque;
pasa que tiendes a acabar pensando
que no eres más que uno de ellos.
Es difícil que lo entiendan.

Llevo meses persiguiendo sin cautela las huellas
que dejaba cuando sabía adonde me dirigía
y es que ahora solo dan vueltas en círculo,
y la velocidad me incita a acelerar
y es en cada circunscripción cuando me creo más cerca,
pero no hago sino derrapar,
y cada vez me roza más el suelo la barbilla
y entonces grito
berreo
pataleo la tierra que ha osado ponerse en mi camino
la muerdo, arrojo puñados,
me arrastro tratando de volver a coger la carrerilla suficiente para volar.
Solo era cuestión de levantar un poco y hacer mi papel.
¿Es que no lo entienden?
Tos.



domingo, 3 de febrero de 2019

Pócimas

He recogido todas mis lecciones saladas
en diminutos botes que dejan ver esa agua cristalina
que manó de la fuente amarga de mis tropiezos.
Las miro desde ese rincón de la habitación
que no llega a la ventana,
pero si te giras puedes observar cada baldosa
que tocaste antes de llegar allí.
Buldera de curas de amor,
he cometido todos los pecados de Cupido
y tengo la valentía de quien asegura ser de hielo.
Es más fácil que decir que estás vacía.
Supongo que es inverosímil gritarlo si tú vida graniza.
Entonces me limito a pasear mis yemas
por las etiquetas que le coloqué a cada veneno.

Esa mesilla repleta de hatajos llenos
de sentimientos acumulados me produce arcadas.
Me revuelve las mariposas muertas
que hace años abandonaron el capullo.
Entrañan en la senda que tuve que atravesar
para encontrar al diablo con el que
pactar mi alma por el olvido.
Ahora veo en las ciénagas a esos unánimes
con unos corazones sedientos de salidas de emergencias
que cavan su tumba persiguiendo la misma luz
que les ha hecho apagarse.
Creyéndose errantes de finales torcidos
y amores efímeros
y culpándose por haber tenido que vivir en una vida
donde todo está condenado a acabarse.
Con el mundo en llamas y sintiendo frío.

Ya he padecido esas fiebres.
Yo también he tiritado anhelando
que me arropasen mis luceros.
Y llegué a morirme congelada.
Hasta que aprendí a decirme
“me quiero”.
Desde entonces florecen en mí todas aquellas rosas
que jamás llevó nadie al entierro tras mi asesinato.
Y si he resucitado es mi oportunidad
para evitar ver más mesillas con cristales llenos.
Para gritarte sí antes de que te arranques el pétalo.
Y para tirar de él más fuerte.
No soportaría hacerte daño,
solo pretendo explicarte que
la razón de tu ceguera
viene de la consumición
de esas pócimas alucinógenas.
Saben bien, pero se dirigieren entre tempestades.
Estoy tirando, no tengas miedo.
No es tan malo dejar de ser para reforzarte.
Lo que es horrible es hundir a todo el que te quiere,
para intentar llegar a ser.

domingo, 20 de enero de 2019

Cimas

Llevo toda mi vida buscando la superficie
sin saber que estoy naufragando circunscrita a las paredes de un pozo.
Cada vez nado más deprisa pensando que quizás
así, pueda besar más rápido el cáliz luminoso.
Estas piedras negras son todas iguales.
Pocas rozan esta agua,
y envidio su indiferencia por conseguir los destellos.

Me han llamado cansancio.
Lo comprendí después de que el reflejo del cristal nítido
me enseñase las cuencas de muerte que luzco.
Me estoy dejando las yemas en estas ondas
pero sé que pronto estarán secas.
Siento frío.
Creo que el sentido en el que giro
siempre es el mismo
y no me eleva a tocar el cielo.
¿Dónde están los que me prometieron
que nadar contra corriente era la clave del éxito?
Me asfixio porque nunca sé si lo alcanzaré.
Y me odio.
Odio que necesite ver a los peces
que están por debajo de mí
para sentir que estoy ascendiendo.
Y mientras los cerdos caminando encima mía.

Me están quitando la cordura
las injusticias que el mundo ha creado.
Premia a esos despreocupados pedantes
que no poseen más saberes que el de saberse ricos.
No queda sitio para el arte
en unos bolsillos con ansias de billetes.
Me estoy chocando contra los muros, muriendo.
¿Dónde están los que me dijeron
que no abandonase mi camino?
Que vengan a ayudarme a buscarlo.
Porque me estoy perdiendo.
Me estoy ahogando en esta agua de penas
que me incita a dejar de nadar.
Todo sería más fácil.

Me he olvidado de vivir por buscar el futuro.
Se escondieron los días y se acumularon las horas perdidas
en esforzarme por sobrevivir para disfrutar mañana.
No encuentro nada de mí en mí
por andar intentando averiguar quién seré.
Y cuando estaba tragando agua,
decidí escupirla.
Voy a salir del pozo escalando.
Dormirme entre estas aguas va a hacer que sueñe.
Pero es que he dejado de creer que sólo puedes cumplir tus sueños
si antes, estabas dormido.