domingo, 17 de octubre de 2021

Cielo


Te dejé entrar en mi parcela de cielo. 

Era algo inusual porque han volado muchos pájaros, pero mis vientos y tormentas repentinas siempre los acababan espantando o yo los consideraba tan poco compatibles con este pedazo de azul mío, que los hacía huir espantados.


Mi cielo no era de este celeste que abrazas, de ese lila crepúsculo con el que me gusta escribir poemas, de ese anaranjado con el que me despierto ansiando comerme el mundo. 

No era un sitio que necesitase compartir, fui mamando nubes que me recordaban el pánico que supone engendrar estrellas, sentir chispas en la panza, construir un cerco empíreo en el que te permitas ser en presencia del otro. 

Nunca he sabido cómo hacerlo. He criticado severamente a quienes unían sus nubes, mezclaban sus azules, regalaban sus brisas. A veces incluso por no saberlo, he roto tempestades en silencio, pero ni ahora formando parte de mi cielo te lo he contado. A veces sigo rompiéndolas. 

Otras cometí el mayor de los errores: darte demasiado Universo. 

No quise confundirte.


Ha sido precioso ofrecerte cada uno de mis planetas; presentarte los meteoritos de mi pasado, esos que arrasan de vez en cuando por mis semanas y nadie entiende entonces por qué quiero estar sola. Ha sido belleza definir el pedazo que nos pertenece, curar las grietas que te hicieron en tu techo, lamer las nuevas que se te han ido abriendo. 

Y he visto a la paloma blanca en cada salto de amor que hemos dado en el firmamento y he rezado muchas noches porque la copa de los cipreses nunca nos roce y tengamos que destruir nuestro huequito de cielo. 


Claro que me explotaste el corazón y supe qué comprendía el ser humana, pero no entendíamos la importancia de encajar los trozos de estratos antes que mezclarlos.

Cuando te alejaste sentí un vacío estelar tan grande,que dejaron de tener sentido para mí los pájaros, los chubascos, mis planetas, mi lluvia de meteoritos que daña tanto a las otras galaxias que amo, el huracán que me compone. 

Diluvié durante días. 

La vida dejó de parecerme el regalo que me pintaste y he cerrado mi azul a nuevas aves, a nuevos cirros, a nuevas fugaces. 

Escupí mil veces a los despendedores de esas bolitas negras, por haber tenido que rozar nuestro idílico cielo, por haberme hecho fracasar en el sueño mío de compartir siempre contigo ese paraíso tuyo.


domingo, 10 de octubre de 2021

Túnel

Dejé de tomar la luz del túnel como modelo de esperanza 

y ahora es lente del camino.


Los tonos de Cronos me han enseñado 

que no abonan unas lágrimas perpetuas 

la tierra de mis muertos 

por mucho amor que invada a esas sales. 

Y que los bosques en los que tanto me he refugiado 

no evitarán con sus ramas 

que algún día me abrase el sol.  

Perder el miedo a ser cera caída; 

a esas estrellas que son capaces de revolver la pócima 

y de hacer que quiera cambiar el mundo. 


Los pinceles de mis párpados ahora se sienten afortunados. 

Por los ratos en los que alguien grita 

que quiere acabar con las guerras que Occidente no está mirando. 

O por los alguien que disfrutan del café o de la brisa 

y son felices porque no hay nubes. 

Merecen mis odas. 


Permitirme jugar con mis corderas, 

perdonar al comepiedras, 

decirle nata a la Amazona, 

aprender algo de la tres pelos. 


Entregar mis días al alma, 

a las canicas fervientes de mi insecto, 

a las plegarias de la flaca, 

a las letras de los argentinos, 

a la paloma de mi calle, 

al retorno de los girasoles (que no es malo). 


Exprimir las risas de los ascensores, 

gestionar el repentino cambio de semáforos 

o cuando se me derrita el hielo donde habito. 

Conocer a otros monstruos que como yo, 

vivan en la parte estrecha del embudo. 


Es entonces cuando descuidas lo negro de soslayo, 

a los fantasmas de esas tinieblas laterales del paseo 

y no te hace falta soñar con el cielo, ni confiar en lo verde. 

Porque comienzas a absorber la vida por la cápsula última del túnel.