jueves, 23 de agosto de 2018

SOS

Los pájaros que viven enjaulados
siempre pensarán que volar es una enfermedad.
Y es que deshacerte de tus cadenas no es fácil
cuando no has probado la paz que te produce la libertad.
Hace tiempo que has convertido tus adicciones en religión
y resulta que amas a tu dios por encima de todas las cosas.
Pero aún así no paras de intentar salir a flote
de un vaso colmado de agua
en vez de optar por bebértelo
antes de que desistas,
ya que solo consigues rodear el borde del cristal en círculos.
Asume que vives en una pecera.
Y que esa agua de la que respiras
es la misma que hace que te escuezan los ojos.

Sé que te pesan más las horas que las palmas
y que el mínimo esfuerzo que estás realizando
a pesar de hacerte sentirte feliz,no te hace ver la cima.
Quizá te frustre estar yendo en dirección contraria,
sin saber, inocente,
que tu vicio era lo único
que te hacía nadar en contra de ti mismo.
Claro que siempre quieres correr sin rumbo
allá donde nadie sepa quién eres
para huir de los fantasmas que otros te crearon.
Claro que en esa carrera absurda de salto de obstáculos
retumba en un recóndito lugar de tu mente que estás perdido.
Aunque siempre te niegues a reconocerlo.
Es mejor hacerte de roca,
a esas nadie las pisa por temor a torcerse los talones.
Y es el lugar perfecto donde resguardas esa soledad
en la que escondes tu agonía cuando piensas
que vas a volver a cometer un crimen.
Recaer nunca será sinónimo de hundirse.
Es el empujón que necesitas para llegar más alto.

Así que te lo pido a ti aunque ya no seas,
aunque ya no estés, aunque no te veas y te eches de menos.
Aunque hayas cambiado, aunque pienses que estoy equivocada,
aunque pienses que siempre aciertas.
Sigue intentando salir.
No te rindas,
libérate de las cuerdas que te sujetan
para que no caigas a ese precipicio que tanto te asusta.
Lánzate al miedo.
Siempre será la única forma de la que podrás perderlo.
Sé que vas a conseguirlo,
nunca dejes de luchar contra aquello
que aunque requieras consumir,se está oponiendo a tus sueños.

Y cuando pienses que todo vuelve a irse a la deriva
y que necesitas lo que has dejado atrás para poder seguir adelante;
recuerda que si realmente te hiciera quererte
nunca habrías optado por alejarte.
Y siempre que quieras que vuelva,
recuerda que la última vez que caíste
fue por andar mirando tus espaldas.



domingo, 5 de agosto de 2018

Misoeroísmo

Supongo que quería devolverte
el daño que tragué y decidí escribirte;
era el modo más bonito del que podía romperte.
Y supongo que utilicé el amor como arma
porque siempre fuiste de romper cuando abrazas.
Porque auguré demasiado pronto que
necesitabas enseñar al mundo tanto tu amor propio
que cuando realmente amas algo nunca quieres compartirlo.

A veces pienso que era miedo.
Creciste en una jaula solitaria
y volar siempre te ha parecido un delicioso infierno.
Demasiado peligroso como para surcarlo solo.
Por eso que siempre necesitas copiloto
por mucho que reafirmes que tu libertad estaba en tu soledad.
Por eso que no creo que realmente ames
cuando le demuestras al mundo que vuelas acompañado.
Eso te deja al descubierto y odias aparentar no ser de piedra.
Pero las rocas siempre acaban volviendo al camino
y rozar el suelo es su máxima aspiración.
Quizá fue ahí donde lo torcimos.
Yo nunca he extrañado el nido,
y siempre he pensado que el cielo
estaba muy bajo como para ser meta.

Supongo que si no logré lidiar con la tempestad
es que no he sido buen marinero.
O que no tengo la frivolidad
que exige conseguir escribir tu epitafio.
O que no soy tan valiente
como para asistir a tu entierro.
Puede que eso conllevase a dejarme vacía
y remar contra de uno mismos acaba en naufragio.

Supongo que jugamos a destiempo.
De ahí que el desgarre de los hilos de una cuerda
acabe por quebrarla del todo.
No puedo negarte que no lo hicieses,
solo que me dejé querer cuando tú ya no lo hacías.
Y si algo duele más que querer a alguien cuando no se deja,
es ver como a la única persona por quien te has dejado querer se aleja.
Será porque duele siempre más el camino que la meta.
Será porque duele más ver como se están yendo
que cuando directamente ya no están.

Supongo que sonará egoísta no querer ver tu felicidad
si no me llevas de la mano
y que consumir tinta no apaga las llamas.
Quizá no puede consumirse algo que nunca prendió fuego.
Quizá no puede olvidarse algo que nunca dejaste de querer.

jueves, 2 de agosto de 2018

Escapadas

Es difícil escribir ahora
que me visitan más los buitres que las musas
              [será que la carne muerta es lo único a lo que atrae
o quizá que ya no puedo rogar
que creáis en lo que hace tiempo
he cesado en su búsqueda.

Pero vuelvo acabar plantada frente al lienzo
porque más que haya algo de lo que hay que morir,
es que siempre dejas que algo te mate;
y no existen las tinieblas en las adicciones.
El miedo deja de existir para aquellos
que ya lo tienen todo perdido.
Y para qué lanzarse a la deriva si no va a emocionarte.
Si desde que te fuiste soy más mancha que tinta
y no me acerco al papel por si cayese
en la tentación de pensarte.
Hace ya tiempo que tengo los ojos
 tan acostumbrados a la oscuridad
que volver a ver tu fuego,
más que hacer resurgir las chispas en ellos,
no haría otra cosa que fuese abrasarlos.
Y es que llevo media vida intentando salir del bucle
y he tardado otra media en darme cuenta
 que soy yo el ojo del tornado,
que nadar contracorriente no es conseguir ser fuerte,
si no negarte a ser tú mismo.

Pero supongo que tengo lo que me merezco.
Qué sabré yo de amor, si eso no es para cobardes.
He preferido correr de lo que llevaba dentro a llorarlo más tarde.
Pero nunca es tan fácil.
Siempre he sido más de echar de menos que de querer de más,
y será porque cada vez que abandono un puerto con alegría
me doy cuenta que cuando ya no estás
solo extrañas del lugar el motivo por el que habías huido.

Y es entonces cuando nos prohíben volver.
Nunca van a parar de repetirnos que elevemos anclas
y no nos estanquemos, que es pequeño para tanto océano.
Que nos arrastre la marea es el mejor plan
para los que sabemos perfectamente
donde dejamos nuestro amarre, donde está nuestro fuerte;
y para los que sabemos que aunque esté hundido
siempre estará.
Así que para qué volver;
si es algo que nunca va a dejar de estar conmigo.