domingo, 16 de febrero de 2020

Enfrente

No me mires así.
Me estás mirando como todos y tú siempre has odiado a las mayorías.
Parece que quisieras llorarme, pero tú no puedes.
Porque no sabes.
Pero las ganas de correr fuera de este atasco casi te producen un leve sollozo que finalmente
bostezo.

No me mires así.
Me estás mirando como cuando te dicen que por qué te has cansado y aceleras.
Y ya no estás para responder aunque lo hayas pensado.
Tú siempre lo piensas, siempre sabes cuál es el camino aunque nunca tienes ni idea de por cuál quieres tirar.
Porque no quieres. O sí.

O no me mires así.
Me estás mirando como los cadáveres que te imaginaron como un papel predeterminado más en esta función y ahora gritan odios porque no fuiste lo esperaban.
Tú nunca esperas. Siempre has ansiado el futuro y has pasado atardeceres memorizando el interior de absurdas cajas escritas con el fin de vomitarlas para que mañana llegues a donde sueñas.
Y resulta que las puestas de sol han corroído tus minutos y el tiempo te ha acabado diciendo que no vas a rozar el oro por el que  habías luchado y que has perdido vida.

No me mires así.
Es como te mirarían si hablases de tus vértigos, como si te sintieses pena y es justo por lo que tú amas el silencio. Callada no tienes por qué reconocer que estás perdiendo. O que quizá al final no estés tan perdida. Aunque lo pienses. Piensas que mejor silencio. Y lo haces. Tampoco te cuesta hacer lo que piensas más que lo que sientes porque tú nunca has sentido.

No me mires así.
Siento que me miras preguntándote por qué ahora y no sé qué responderte.
No tendrá importancia. Tampoco la tiene la falta de orden en el que se sucede últimamente el entorno y menos valor tiene si quiera que no te parezca encajar en ninguna de las que fueron tus partes. Nunca lo has hecho, a ti siempre te han entrado ganas de ir más allá de lo que le apetece a cualquiera, de indagar más allá de lo que te dan.

No me mires así.
Porque si vas a seguir mirándome así es mejor que te apartes del espejo.