domingo, 25 de noviembre de 2018

Veinticinco heridas

Buscar la luz al final del túnel no es efectivo 
si donde realmente vives es un pozo. 
Si te están ahogando estos golpes, 
si estás sumergida entre palabras,
si tienes la mente inundada de mentiras. 
Tiene los párpados tan lilas, que la han dejado ciega,
tiene el corazón tan roto, que quiere en ruinas.
Ha creído que está mal salir a bailar 
y dejar que la brisa sea quien mueva tu falda.
Él prefiere que la lleve pegada, 
ellas la señalan si se la levanta.
Tiene el pelo en llamas,
por eso huye de sí,de los fantasmas que otros le crearon. 

'¿Y si estuviese loca? 
Quizá es cierto que veo gigantes en un mundo diminuto.
¿Y si he olvidado caminar sola?
Quizá que me urgen sus abrazos porque no soy suficiente.
¿Cómo no va amarme?
Si me han educado besándome después de haber sido diluvio,
después de haber padecido montañas en mis brazos.
¿Cómo no va amarme?
Si a pesar de extremar lo que vivimos no para de decirme que me adora.
Voy darle mis alas,
dice que así vamos a rozar juntos el cielo.
Le he confundido,
le irrita que no hayamos bailado si anteriormente le había dicho que sí.
Por eso aulló, por eso me insistía, por eso se hizo ira, 
pero se disculpó.
Cómo no iba a perdonarle.
Es culpa de mis marañas, no fue lo que parecía.
No debí dejar de responderle, no debí haberme marchado,
no debí cantar fuerte, no debí decidir lo que quería,
es normal que me haya golpeado.'

Sus gritos han hecho que le tenga miedo al espejo.
Sus manos han hecho que crea en las cadenas.
'Tiene razón, lo perderé todo si me alejo,
va a hacer una locura como revele mis penas.
No soy bastante, por eso se queja,
me apodera el miedo de que encuentre a alguien mejor,
yo no puedo permitir quedarme sola.
Prefiero aguantar la lava a morirme de frío.
No me importa que el precio de quererle
traiga consigo la infelicidad como castigo.
¿Pero y si ya no le quisiera?
Desisto esa idea.
Resisto, persisto, pero yo ya no existo. 
He oscurecido el algodón por eso tengo pesadillas.'

Ojalá y el único rojo que te mojase los labios fuese el del carmín. 
Ojalá y no me lo hubiesen chivado las manchas de vino en tus escamas. 
Ojalá y no te creyeses menos porque te hayan querido mal. 
Ojalá no te escueza el agua ocular en las cicatrices, vida mía.
Ojalá no te lean esto en una caja fría. 
Ojalá aprendas que,
que te pidan tus alas, 
nunca fue amor,
sino agonía. 



domingo, 11 de noviembre de 2018

Reptil

Vivo en el longevo espacio comprendido entre nacer y morir.
He aprendido que puedes tocar y que no esté.
Que esté sumergido en un extrínseco viaje hacia su memoria.
Tan asumido está que tenemos que avanzar sin olvidar de dónde venimos,
que parece que nos obligamos constantemente a recordarlo
a fin de saborear durante algunos segundos la seguridad
que nos proporcionan los recuerdos.
Condenados a buscar la forma de repetir aquello
que a pesar de cicatriz, hizo reír.

Humeo los pecados que nadie me dio el remedio para saldar,
que nadie se atrevió a perdonarme.
Con ellos dentro veo en el fondo de la copa tierra.
Negra.
Oscuridad.
Agudamente el corazón ha soliviantado el cierre.
Vienen todos a buscarme.
Aquellos buitres que se alimentan de carne muerta
se contentan al verme.
Sigo aquí, pueden tocarme.
Me alzan en pedestales porque les lleno.
Y yo con el cáliz lleno de tierra.
                [no puede colmarse si no hay agua en el vaso.

Yo también me busco.
Derrapo por las curvas de mi guitarra
y culpo a los dedos de quien me roza
cada vez que me rasgan y no sueno como antes.
Asfixio todo lo que tenga amor,
huyo cuando tengo la posibilidad de recibirlo,
me escondo de los fracasos y yo,
que no paro de versearos para que dejéis de tener miedo,
tengo a mis marfiles temblando.
Entonces apareces.
Me miras como si fuese un monstruo.
Ahora tenemos todo lo que quisimos,
pero somos monstruos.
Porque tenemos todo lo que queríamos,
pero no sabemos cómo quererlo,
porque ni si quiera tenemos idea de cómo dejar de querernos entre nosotros.
Hay química pero sientes frío.
Vas a gritarme a besos que dónde estoy yo,
que me echas de menos.
Sí espejo.
Yo también me echo de menos.




domingo, 4 de noviembre de 2018

A quien soy

Quienes solo pueden pensar cuando están oscuras
probablemente son los mismos que no saben que en los ataúdes,
ya no se puede pensar.
Quienes presumen de volar por tener un alma de murciélago
son los mismos que por mucho que sientan volar,
nunca serán capaces de divisar las estrellas.
Buscar respuestas en los estragos de la almohada
es de los mismos que poseen la cobardía de poder esquivar una pregunta.
Aquellos que la justifican con su iletrada idea de vivir el presente.
Para ello primero tienes que comerte el pasado a bocados
y creo que congelarlo para poder volver
justo en el momento donde se iba a fundir todo,
no conseguirá otra cosa que cuando vuelvas, te engañe.
Podría explicarte lo que es una mentira en las manos
de quien cree que las cosas pasan dos veces,
pero es que siempre he sido más de explotarlo.

He vuelto solo cuando sabía que el incendio era iceberg
y que justamente necesitaba el frío para calmar
unas sienes quemadas por el roce del paso del tiempo.
Pero nunca me pidas regresar si dejas cenizas en la chimenea.
Unos palos que ya ardieron una vez, no prenden con la misma fuerza.
Y posiblemente acaben pensando más en ser la nieve,
que en resguardarse juntos del frío.
Por eso siempre ando relamiéndome los dedos
de amor cuando acabo una historia,
no vaya a ser que quiera repetir
y se apoderen de mi esas funestas sombras
que no paran de repetirme lo mal que lo hice entonces.

Vivo rodeada de las flechas de un Cupido
que me tatúan 'culpable' cada vez que me clavan su punta.
Y respondo entre bostezos a las inverosímiles acusaciones
de quienes buscan excusas para salvar su pasado.
Aquí todos los que dicen amar su presente
son los mismos que lavan con el agua de Pilato lo que fueron.
Y a mí esa agua me produce arcadas.
Tengo claro que correr para limpiar los manchones
de quien fui es un sinónimo de huir de quien ahora soy.
Y yo siempre he preferido mirar el cielo estrellado
a sentir el vuelo precipitado.
Siempre he preferido querer a oscuras
para acostumbrarme a que en los ataúdes, ya no se puede querer.