domingo, 19 de abril de 2020

Indígena

Probablemente tache los primeros versos y arrugue el folio
alejándolo de cualquier lugar en el que esté yo.
Dejándolo a medias.
No me sorprende porque sigo el mismo proceso con las personas
y busco, busca, mi vermiforme yo, hacerlo incluso con los actos.
Es el guión que se ciñe al oleaje de mis sentimientos.
Para evitar reproches adelanto que nunca va a ser mi momento
y que nunca va a ser mi persona;
dejadme entonces arrugarme como ese folio
en cualquier rincón en el que sea imposible imaginar que existo.
Así no existo.
O al menos para el resto, y así respiro.

Porque no hay insistencias por indagar en qué me acoraza,
porque no hay arrebatos buscando entenderme
y yo tratando de elegir una nueva excusa que les sirva
como la dosis explicativa que necesitan.
Lo cierto es que consiste en dar una pizca a esos buitres que desean acabar conmigo,
esos a los que sarcásticamente tengo que dar las gracias:
esfuerzos por que deje de ser yo cuando ni siquiera yo pienso que aún queda algo de mí conmigo;
en dar los trucos para su cura a los huecos y acorazados intentando hacerles sentirse identificados,
aún sin yo tener reflejo;
a los intermitentes que creen haber conocido las claves de mis mareas,
a los que me necesitan demasiado, a los que solo lo hacen cuando nadie les necesita a ellos.

En medio de este barullo abrumador a mis pálidas ganas de ser,
me siento en cualquier esquina lo suficientemente olvidada como para no caer en el mayor de los pecados; el pasado.
Intento corregir mi impaciencia ante el presente y planear cómo dejarme envolver por la cotidianidad humana antes de ser devorada por ella.
Claro que siempre acabo dejándolo culpando a la pereza, a  mis fantasmas o a mi desilusión cuando descubro que lo que me parecía relucir diferente al resto no era sino otro pedrusco.
Porque eso es lo único con lo que me he tropezado, un tumulto de pedruscos creyendo que eran increíbles minerales y no sois más que otra pieza moldeada para encajar sin dar problemas en esa enorme muralla que pisotean los poderosos.

Probablemente mi soberbia agonía te haya producido arcadas llegado a este punto
y quieras parar de leer tanta falta de humanidad justamente ahora.
Adelante.
Entonces lo habré conseguido de nuevo.
Dejarlo a medias para quedarme a solas.