domingo, 27 de junio de 2021
Lo llano
lunes, 7 de junio de 2021
El foro
Las paredes de mi infancia siempre huelen a llanto. Y a gritos.
De los berridos, el llanto y por eso ya no lloro, y odio a todo aquel que bala.
Pero en mi infancia los muros rezuman oscuro,
y la mitad de mis brazos se amarraban a su Amazona,
daban leche a la tres pelos, corrían de los gritos.
El asco tapona las tormentas.
Al principio reconforta porque nunca mojas al resto,
todos te traen sus rosas porque contigo florecen
y gustas a casa sin saber por qué y supongo que era bonito,
que es precioso.
A veces se me escapaban gotas fuera.
Todos se asustan y me creen imposible
pero cómo voy a hablarles yo de mis paredes,
de mi Rea, de la patita sin dientes, de mi peor reflejo.
Aburridos de mis libros, de la bolsa de mis sueños,
de la idolatría que desprendo hacia los genios muertos.
Cómo iba a ser.
Cansada de la multiplicidad de lenguas en la cuna,
de que ninguna fuese paraguas.
Nunca era.
Por eso pasé las últimas tardes de mis trescientos sola,
cascando girasoles,
haciendo del azul papeles que ni siquiera has leído.
Me calmé porque dejé de culparme y empecé a odiar el sitio.
Claro que hay rincones allí que me saben a nata
pero nunca me saben a mí.
Necesitaba correr a lo que ahora es mi refugio,
y reconozco que con las prisas y los latidos desgastados
me colgué erróneamente de cualquier ojo que pasase.
Luego llegaron mis corderitas a traerme paz y vino,
que me dejan peinarles los problemas y a mí me basta.
Después me enredo en las sábanas de cualquier sábado
y me preguntan que por qué les bostezo a las horas,
y se me asustan. Yo también miedo.
Porque dejé morir a las orejas
a las que podría haberme apetecido
hablar de mis pasillos
y a veces me sangra la frente
por forzarme a cantar una de mis muros.
No atiendo a las recetas que me dedican
solo me río y me fluyo porque cómo iba a ser.
Que regalo siempre rosas esperando a alguien a quien le sepan a petricor.
Nunca es.
El ritmo me sonaba a armonía
pero solo me estaba distrayendo
y otra vez monstruo,
y otra vez trueno;
porque dejé de culpar a los sitios
para volver a castigarme a mí.