domingo, 7 de noviembre de 2021

7


Si tú supieses apreciar los ratones 

que he dejado salir de mi hoyo 

para alimentar a tus serpientes,

el sonido de mi agua 

que he dejado caer 

para regar esa seca tierra tuya, 

la presión de mi brisa 

que he dejado flotar

para acariciar las pasadas hojas roídas de tus ramas. 


Si hubieses aprendido a comer los frutos rojos 

que te han regalado mis labios, 

los trozos de tinta que te han dedicado mis puños,

las huellas que he tenido que marcar para seguirte.


Si tú supieses las espinas que me he arrancado 

para que cogieses mis flores,

las barreras que he cerrado 

para que conocieses a mi cuco,

las mareas que he calmado 

para que probases mi sal.


Si hubieses absorbido la sangre de mis rodillas 

para subir a tus montañas, 

las noches de mi vigilia 

para curar tus pérdidas,

los huesos en los que me he convertido 

para escuchar tus síes;


Habrías descubierto a tiempo que antes eras serpiente hambrienta y no conocías la ambrosía del rojo.

Recordarías la tierra desértica que habitabas y las pocas flores que habías probado.

Las dudas no te habrían hecho parar la arena.


Y entonces ahora no llorarías 

a los engranajes de esta muñeca quieta, 

ni dudarías de la plenitud de tu vida,

ni extrañarías esos lirismos míos,

porque nunca los habrías perdido. 


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